Los secretos del Castillo Hearst: El lujoso icono californiano que nunca se terminó
Adéntrate en el Xanadú real de EE.UU.
En lo alto de las colinas de San Simeón, en California, se alza el Castillo Hearst, un símbolo perdurable de opulencia y ambición. Esta impresionante propiedad del siglo XX fue encargada por el magnate de la prensa William Randolph Hearst, quien creó un paraíso privado para la élite de Hollywood.
Tras 28 años de construcción, la lujosa mansión alcanzó más de 7.400 metros cuadrados y un coste superior a 559 millones de dólares (513 millones de euros). Sin embargo, sigue siendo una obra maestra inacabada.
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Todas las cantidades están en dólares estadounidenses. Las cifras en euros son conversiones aproximadas que podrían cambiar.
Adaptado al español por Ana Niño, Redactora en español para loveMONEY.
La visión de un magnate de la prensa
Los orígenes del Castillo Hearst se remontan a 1865, cuando el empresario estadounidense George Hearst compró 16.188 hectáreas de terreno ganadero a medio camino entre Los Ángeles y San Francisco. Su hijo, el editor de periódicos William Randolph Hearst, heredó la propiedad tras la muerte de su madre en 1919 y se propuso ampliarla hasta alcanzar las 101.175 hectáreas.
En un principio, Hearst utilizó el terreno como un lujoso campamento, con tiendas de campaña instaladas sobre plataformas, donde amigos y familiares podían escapar de la vida urbana y disfrutar de la naturaleza.
Sin embargo, las aspiraciones del magnate de la prensa pronto fueron mucho más allá.
Una arquitecta pionera
En 1919, Hearst contactó con la arquitecta de San Francisco Julia Morgan para que le ayudara a dar forma a su proyecto, aunque sus primeras indicaciones no dejaban entrever la magnitud de la obra: “Señorita Morgan, estamos cansados de acampar al aire libre en la finca de San Simeón y me gustaría construir algo pequeño”.
Morgan fue una pionera en su época: una de las primeras mujeres en estudiar ingeniería en la Universidad de California, en Berkeley, y la primera arquitecta con licencia en el estado.
Hearst quedó tan impresionado con su trabajo que Morgan pasó los siguientes 28 años supervisando prácticamente todos los aspectos de la construcción de la casa, desde la estructura de los edificios hasta el mobiliario interior y el diseño de los jardines.
La cuesta encantada
Hearst bautizó la finca como “La cuesta encantada”. Esta imagen, de 1935, captura la grandeza de la propiedad, rodeada por la naturaleza salvaje de San Simeón.
Lo que empezó como una residencia familiar pronto se transformó en un proyecto mucho más ambicioso. En los años 20, se añadió una pista de aterrizaje para transportar a Julia Morgan, su equipo y los invitados de Hearst hasta la finca. En 1947, el complejo contaba con 165 habitaciones y 51 hectáreas de terreno, con terrazas, piscinas, jardines y hasta un zoológico.
Las estimaciones del coste final varían: algunas fuentes calculan que Hearst gastó unos 30 millones de dólares (27,5 millones de euros) en la propiedad, lo que equivaldría hoy a 559 millones de dólares (513 millones de euros).
Una maravilla arquitectónica
Hoy en día, la propiedad es más conocida como el Castillo Hearst, en honor a su célebre propietario. Su arquitectura se inspiró en los majestuosos castillos que Hearst había admirado de niño durante sus viajes familiares por Europa.
Julia Morgan plasmó su visión en una suntuosa combinación de estilos arquitectónicos renacentista español y barroco.
En la imagen aparece la casa principal, de 6.363 metros cuadrados, conocida como “Casa Grande”, donde vivían Hearst y su pareja, la actriz de cine Marion Davies. El exterior, profusamente decorado, luce prominentes campanarios y esculturas de iconos religiosos, entre ellos la Virgen María con el Niño Jesús.
Antigüedades de valor incalculable
El salón de actos es uno de los espacios más impresionantes de Casa Grande, donde los invitados de Hearst se reunían para charlar y conocer a su anfitrión. Con una superficie de unos 232 metros cuadrados, la sala impresiona por sus dimensiones. Era tan amplia que se instalaron teléfonos en ambos extremos para que los asistentes pudieran comunicarse sin tener que recorrer toda la distancia.
A Hearst le encantaba llenar su castillo con obras de arte y antigüedades de todo el mundo, hasta el punto de que la casa llegó a considerarse un auténtico museo. Solo la sala de reuniones alberga cuatro tapices del siglo XVI y la Venus Italica, una icónica escultura italiana del siglo XIX.
Desafiar las costumbres sociales
La majestuosa sala de billar fue una incorporación posterior, finalizada en 1933. Presume de un espectacular techo español del siglo XV, decorado con frisos ornamentales, además de puertas góticas, una chimenea de piedra tallada y un tapiz flamenco del siglo XVI.
A principios del siglo XX, este tipo de estancias solían ser el lugar al que los hombres se retiraban tras la cena. Sin embargo, esa costumbre se rompió pronto en el castillo de Hearst.
Según Pat Lake, sobrina de Marion Davies, todos los invitados eran convocados a la sala de billar después de cenar, donde hombres y mujeres competían juntos en animadas partidas.
Apto para un banquete medieval
El refectorio era el lugar donde residentes e invitados del castillo se reunían para las comidas comunitarias. Hearst y Morgan lo bautizaron en honor al comedor de un monasterio y el espacio transmite toda la grandeza de la Edad Media.
Las paredes están revestidas con paneles de madera tallada y decoradas con coloridas banderas, mientras que la imponente habitación está cubierta por un techo de madera tallada a mano con motivos de santos, procedente de Italia y fechado en el siglo XVI.
Las cartas impresas de los años 40 revelan el horario que seguían los huéspedes: el desayuno se servía entre las 9:00 y las 12:00, el almuerzo a las 14:00 y la cena a una hora poco habitual: las 21:00.
Informalidad juguetona
Aunque la grandiosidad arquitectónica del refectorio era innegable, Hearst rompía la formalidad del comedor con toques desenfadados. La mesa del siglo XVII, por ejemplo, siempre estaba adornada con botellas de kétchup y mostaza.
Su hijo, William Randolph Jr., contaba que su padre las colocaba del mismo modo que lo hacía en las acampadas familiares en el rancho, antes de que existiera la casa.
Y, curiosamente, en lugar de servilletas de tela se usaban de papel. Según se decía, Hearst las prefería porque las consideraba más higiénicas y, además, reducían la cantidad de colada del castillo.
Estimados invitados
Entre los asistentes a las cenas de Hearst figuraba una impresionante lista de personalidades de la alta sociedad y estrellas de primer nivel durante varias décadas. En la imagen, tomada en 1933, disfrutan de una comida en el castillo el actor de cine mudo Charlie Chaplin, el dramaturgo irlandés George Bernard Shaw, el productor de cine Louis B. Mayer (cofundador del estudio Metro-Goldwyn-Mayer) y el legendario actor estadounidense Clark Gable.
No obstante, no todo Hollywood veía con buenos ojos la obra maestra de Hearst. Se dice que el castillo inspiró Xanadú, la mansión gótica de la película Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), de Orson Welles, considerada un ataque velado a Hearst y a su imperio mediático cuando se estrenó.
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Una cocina de última generación
Dada la afición de Hearst por agasajar a sus invitados, la cocina industrial de Casa Grande era un amplio espacio pensado para preparar banquetes elaborados. Los electrodomésticos, considerados de última generación en tiempos de Hearst, siguen aún en su lugar. Entre ellos destacan tres hornos eléctricos Edison, una olla de aluminio Wear-Ever y una olla a presión doble Cleveland Range.
Gran parte de los productos que se servían a Hearst y a sus invitados se cultivaban o criaban en las tierras que rodeaban el castillo, incluyendo verduras, huevos frescos, pollo, ternera, pato y pavo.
La finca sigue siendo hoy en día un rancho en activo y continúa bajo la supervisión de la familia Hearst.
El refugio gótico privado de Hearst
El santuario privado de Hearst y Marion Davies era la espectacular suite gótica, que ocupa toda la tercera planta de Casa Grande. Incluye dos dormitorios, una sala de estar y el imponente estudio gótico —en la imagen—, que servía como oficina personal de Hearst.
Este espacio abovedado cuenta con un techo altísimo, similar al de una catedral, estanterías empotradas y carpintería con intrincados grabados. Entre sus piezas más singulares destacan las pantallas de lámparas confeccionadas con pergamino de antiguos libros en latín.
Aunque Hearst era un anfitrión consumado, también valoraba su intimidad. Cuando se retiraba a su estudio, ni siquiera su hijo, William Randolph Jr., entraba sin llamar antes a la puerta.
Un dormitorio principal sorprendente
Otra habitación clave de la suite gótica es el dormitorio gótico, donde Hearst y Marion Davies durmieron durante muchos años. La habitación está bellamente decorada y cuenta con un techo del siglo XIV, adornado con paneles que representan figuras medievales. Según se cuenta, esta pieza única fue trasladada en avión desde Aragón, España.
A pesar de la espectacular arquitectura, no era el espacio más lujoso del castillo. Varias fuentes señalan que Hearst no dedicaba mucho tiempo al descanso, así que este espacio quizá no le resultaba tan esencial como otras estancias. Con frecuencia se le encontraba trabajando en su gran estudio o en la planta baja, conversando con sus invitados.
Alojamientos de lujo para huéspedes
En total, Casa Grande dispone de 38 dormitorios, 42 cuartos de baño y 30 chimeneas, más que suficiente para acoger a sus visitantes. Sin embargo, los huéspedes más distinguidos se alojaban en la dorada suite Doge. Estas habitaciones, las primeras que se completaron en la residencia principal, incluyen dos dormitorios con baño y una sala de estar privada.
Inicialmente llamada suite real, fue rebautizada en honor a su inspiración: el ornamentado Palacio Ducal de Venecia, en Italia. La influencia de este histórico edificio se aprecia en el techo antiguo de la sala de estar, los acabados dorados y las lujosas paredes revestidas de seda. Además, cuenta con un balcón de mármol que se abre a unas impresionantes vistas de las montañas.
La magnífica suite Doge
En la imagen se muestra uno de los dos dormitorios lujosamente decorados de la suite Doge, con techo artesonado, una majestuosa chimenea y una cama con dosel tallada a mano.
Según la actriz de cine Colleen Moore, si se te concedía el honor de alojarte en la suite Doge, sabías que “habías llegado a lo más alto”. Otros huéspedes ilustres que se alojaron en estas exquisitas habitaciones fueron el escritor inglés P. G. Wodehouse, el actor estadounidense Ralph Bellamy y el famoso dibujante Jimmy Swinnerton.
Asientos de primera fila
El castillo ofrecía un sinfín de opciones para entretener a sus ilustres invitados durante la estancia de Hearst. Antes de la década de 1930, las películas se proyectaban en el refectorio o en la sala de estar, pero en 1931 se incorporó a la propiedad un espectacular cine.
La sala está revestida con seda roja damasco y decorada con pequeñas figuras doradas colocadas a intervalos a lo largo de las paredes, cada una sosteniendo frondas ornamentales que funcionan como lámparas.
Todas las noches, tras la cena, Hearst y Davies se reunían con sus invitados en el cine para disfrutar de una película completa y un noticiario.
Un homenaje a la antigua Roma
La piscina romana está decorada con ocho estatuas que representan a dioses, diosas y héroes de la Roma clásica. Su interior está revestido con exquisitos azulejos de vidrio cortados a mano en la isla italiana de Murano.
Sin embargo, se cuenta que Julia Morgan consideraba que el acabado resultaba demasiado uniforme. Ordenó a los trabajadores retirar los azulejos, aplicar una capa de hormigón húmedo y golpear las paredes con los puños para darles un aspecto desgastado, acorde con el de un edificio histórico, antes de volver a colocar las piezas.
La piscina romana formaba parte de un complejo de ocio más amplio, que incluía saunas, un gimnasio, una pista de balonmano y vestuarios.
Una piscina digna de los dioses
En el exterior se encuentra la piscina Neptune, otro de los elementos más emblemáticos del Castillo Hearst. Aunque en un principio se proyectó un jardín de rosas con un estanque reflectante, el lugar acabó transformándose en algo muy distinto. Inspirado por fragmentos de templos romanos que había adquirido, Hearst encargó a Julia Morgan el diseño de una piscina palaciega donde pudiera exhibir esas piezas arquitectónicas.
La piscina se rediseñó en tres ocasiones entre 1924 y 1936. La tercera y última versión, la que se conserva en la actualidad, mide 32 metros de largo y está flanqueada por amplias columnatas y cuatro esculturas italianas. El agua se calentaba mediante un sistema de combustión de aceite, considerado muy innovador en los años 30.
La colección de animales de Hearst
Una de las atracciones más singulares de la finca fue su zoológico, que llegó a considerarse la mayor colección privada del mundo. Contaba con leopardos, jaguares, chimpancés, osos negros, leones, tigres, un elefante y animales de pastoreo como cebras, antílopes, ciervos, camellos, canguros, avestruces y yaks.
Durante la Gran Depresión, los gastos desmesurados de Hearst le obligaron a vender parte de sus bienes y, en 1937, inició el desmantelamiento del zoológico, un proceso que se prolongó más de 15 años. Algunos animales fueron trasladados a zoológicos públicos o vendidos, mientras que otros permanecieron en la propiedad. Hoy en día, las cebras siguen pastando en los prados de San Simeón.
Pintorescas casitas de invitados
Aunque Casa Grande es la pieza central de la finca del castillo de Hearst, la propiedad también alberga tres casas de invitados. Aquí se muestra el pintoresco exterior de Casa del Monte, la más pequeña de las cabañas, con una superficie de 236 metros cuadrados y cuatro dormitorios, cuatro cuartos de baño y un salón.
Las casas de invitados fueron los primeros alojamientos que se construyeron en la finca. Consciente de que la gigantesca residencia principal sería un proyecto que requeriría mucho tiempo, Morgan convenció a Hearst de que empezaran por las casas más pequeñas para que la familia tuviera una base temporal en la propiedad.
Volver al inicio
En la imagen se muestra uno de los ocho dormitorios de Casa del Mar, la mayor de las casas de invitados. Fue el primer dormitorio de Hearst en el castillo, donde el magnate residió inicialmente mientras se construía la enorme casa principal.
Hearst regresó a la casa de 497 metros cuadrados en sus últimos años, cuando le resultó imposible subir las escaleras hasta su suite del tercer piso de Casa Grande.
Aunque la fortuna de Hearst se recuperó tras la Gran Depresión, finalmente se vio obligado a abandonar su querido castillo en 1947, ya que su ubicación era demasiado remota para acceder a la atención médica que necesitaba. Falleció en Beverly Hills, en 1951, a la edad de 88 años.
Una obra maestra inacabada
Hasta el momento de abandonar la finca, Hearst continuó trabajando con Morgan en su desarrollo. Aunque el castillo parece prácticamente terminado, su visión —en constante expansión— nunca llegó a materializarse por completo.
Su carácter inacabado es evidente en la entrada trasera, donde queda a la vista el hormigón armado. La estructura, que se dice es resistente a los terremotos y está revestida con piedra caliza de Utah para imitar la mampostería española, nunca recibió el acabado previsto en algunas zonas.
Entre los proyectos que no llegaron a construirse figuraban un gran salón de baile que conectara las alas norte y sur, así como dos casas de invitados adicionales.
Un legado duradero
Tras la muerte de Hearst, su familia donó el castillo al estado de California en 1957 y, ese mismo año, la propiedad se abrió al público. Ahora es uno de los museos históricos más grandes de EE.UU.
Aunque la obra de Hearst no se completó en su totalidad, la magnífica finca sigue en pie como una maravilla de la arquitectura estadounidense y un testimonio de la ambición sin límites del magnate de los medios de comunicación, así como de la extraordinaria habilidad de la arquitecta Julia Morgan.
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