Las joyas más caras de la Corona británica: Un recorrido por sus pertenencias más lujosas
El tesoro de la Corona británica
La familia real británica exhibió una deslumbrante colección de joyas en 2023.
Desde las tiaras más espectaculares que se lucen en banquetes oficiales hasta las legendarias Joyas de la Corona que brillaron durante la coronación del rey Carlos III, esta galería permite contemplarlas de cerca.
Sigue leyendo para verlas y descubrir otros tesoros impresionantes y sorprendentes del tesoro real.
Todas las cantidades están en dólares estadounidenses. Las cifras en euros son conversiones aproximadas que podrían cambiar.
Adaptado al español por Ana Niño, Redactora en español para loveMONEY.
La tiara de rubíes birmanos
En noviembre de 2023, el rey Carlos III y la reina Camila ofrecieron un banquete de Estado en el Palacio de Buckingham en honor al presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, y a la primera dama Kim Keon-hee. Para la ocasión, la reina deslumbró con la tiara de rubíes birmanos (en la imagen), una joya que mandó crear la reina Isabel II en 1973 a la firma británica Garrard.
Esta pieza única está compuesta por 96 rubíes que el pueblo de Birmania (actual Myanmar) regaló a Isabel II con motivo de su boda con el príncipe Felipe. Inspirada en la rosa Tudor —símbolo heráldico de Inglaterra—, la tiara está valorada en unos 6,4 millones de dólares (5,9 millones de euros).
La tiara Strathmore Rose
Durante el mismo banquete de Estado en el Palacio de Buckingham, la princesa de Gales hizo historia al convertirse en la segunda persona en lucir la tiara Strathmore Rose (en la imagen). Esta joya con forma floral fue un regalo que recibió la reina madre en 1923, pero no se había visto en público desde los años treinta… hasta que Kate Middleton la rescató con elegancia.
La pieza está elaborada íntegramente en diamantes, con delicadas monturas de oro y plata decoradas con diamantes talla rosa. Se calcula que tiene un valor de 638.900 dólares (586.147 euros) y puede llevarse de dos formas: sobre la cabeza o en la frente, al más puro estilo de los glamurosos años veinte.
La tiara del nudo del amor
La tiara Strathmore Rose no es la única joya destacada que ha llevado la princesa de Gales. En la recepción diplomática de 2023, Kate Middleton lució la tiara del nudo del amor de la reina María (en la imagen), una de sus piezas favoritas, que ha llevado en 11 ocasiones distintas entre 2015 y 2023.
Diseñada por la histórica firma Garrard en 1913 para la reina María, la tiara destaca por sus nudos entrelazados y arcos de diamantes, coronados por elegantes perlas en forma de lágrima que cuelgan desde la base. Su valor se estima en unos 1,3 millones de dólares (1,2 millones de euros).
La Corona de San Eduardo
Pasamos de las tiaras a las coronas. En su coronación, el rey Carlos III llevó la imponente Corona de San Eduardo, una pieza de oro macizo que pesa casi 2,2 kilogramos y está decorada con 444 gemas entre piedras preciosas y semipreciosas. Su madre, la reina Isabel II, solo la llevó brevemente en 1953 y no volvió a usarla, aunque aparece representada en su escudo de armas.
La corona fue fabricada en 1661 para la coronación de Carlos II, tras la Guerra Civil Inglesa, cuando la versión medieval original fue destruida por orden del Parlamento en 1649. Antes de la coronación de Carlos III, se retiró de la Torre de Londres para ser adaptada al tamaño del nuevo monarca.
Las joyas de la Corona no tienen un valor oficial ya que no están aseguradas, aunque dada la abundancia de piedras preciosas que decoran esta espectacular corona, las estimaciones sugieren que su valor ronda los 57 millones de dólares (52,3 millones de euros).
La Corona imperial
La última vez que se vio en público la Corona imperial fue durante el funeral de la reina Isabel II, cuando se colocó sobre su ataúd. Aunque se trata de un objeto relativamente moderno —se fabricó en 1937 para la coronación del rey Jorge VI—, alberga algunas de las gemas más emblemáticas de la colección real.
Entre ellas destaca el Rubí del Príncipe Negro, que, según la tradición, fue entregado en 1367 a Eduardo de Woodstock (conocido como el Príncipe Negro). La corona está engastada con 2.868 diamantes, 17 zafiros, 11 esmeraldas y cientos de perlas. En el centro luce el Cullinan II, uno de los diamantes más grandes del mundo.
Tras ser coronado, el rey Carlos III sustituyó la Corona de San Eduardo por esta para la procesión entre la abadía de Westminster y el palacio de Buckingham. La reina Isabel II bromeó en su día con que, debido a su peso (1 kilogramo), no podía bajar la vista para leer un discurso porque “se le rompería el cuello”, según confesó con humor.
Los expertos han estimado que esta exquisita corona tiene un valor de entre 3.800 millones de dólares (3.500 millones de euros) y 6.300 millones de dólares (5.800 millones de euros), y que solo el diamante Cullinan II vale la asombrosa cifra de 507 millones de dólares (465 millones de euros).
El Cetro con la cruz
Entre las piezas más valiosas de la Colección Real se encuentra el Cetro con la cruz, que se entrega al monarca durante la ceremonia de coronación. Con más de un kilo de peso, se utiliza desde 1661, aunque fue modificado en 1910 para engarzar el Cullinan I, el diamante tallado más grande del mundo.
Este impresionante diamante de 530 quilates tiene un valor estimado de 400 millones de dólares (367 millones de euros). Durante la coronación de Carlos III, el monarca portó el cetro (en la imagen), que, según el Palacio de Buckingham, “representa el poder temporal del soberano”.
El Orbe del soberano
El Orbe del soberano suele acompañar el Cetro con la cruz —ambos fueron colocados sobre el ataúd de la reina Isabel II durante su funeral— y también jugaron un papel destacado en la coronación del rey Carlos III. El orbe le fue entregado durante la investidura, momento en que recibió las vestiduras ceremoniales y las insignias reales.
Al igual que el cetro, esta pieza fue creada en 1661 para la coronación de Carlos II. Está fabricado en oro hueco y decorado con una amatista, diamantes, esmeraldas, rubíes, zafiros y perlas. Pesa cerca de un kilo y, aunque hoy se considera una joya invaluable, se estima que en su momento costó lo equivalente a unos 230.000 dólares (211.009 euros) actuales.
La corona de la reina María
Durante la coronación, Camilla fue proclamada reina consorte con una joya muy especial: la corona de la reina María. Se trata de una pieza histórica adquirida por María de Teck —esposa del rey Jorge V— en 1911. Diseñada específicamente para consortes, pesa unos 600 gramos.
Por primera vez en la historia reciente, una reina consorte optó por reutilizar una corona en lugar de encargar una nueva. Para adaptarla a Camilla, la pieza fue redimensionada e incorporó varios de los diamantes preferidos de Isabel II —los Cullinan III, IV y V— como homenaje a la monarca fallecida.
El valioso diamante Koh-i-Noor, que formaba parte de la versión original, fue retirado por tratarse de una gema cuya devolución reclama la India. Teniendo en cuenta esta modificación, se estima que el valor actual de la corona ronda los 508 millones de dólares (466 millones de euros).
El broche con los diamantes Cullinan III y IV
El diamante Cullinan, que pesaba 3.106 quilates en bruto, fue descubierto en 1905 en una mina sudafricana y regalado al rey Eduardo VII.
Se talló en nueve diamantes, los más grandes de los cuales se encuentran en el Cetro con la cruz y la Corona imperial. Los diamantes III y IV, que pesan 94,4 y 63,6 quilates, respectivamente, se convirtieron en un broche. Se estima que su valor supera los 63,5 millones de dólares (58,3 millones de euros).
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La Corona imperial de Jorge I
Esta corona fue fabricada en 1714 para el rey Jorge I, en sustitución de la utilizada por Carlos II. Para su elaboración se reaprovecharon gemas de la antigua corona, a las que se sumaron 265 perlas nuevas, 160 diamantes, seis esmeraldas y dos zafiros.
Se usó hasta 1838, cuando fue despojada de sus joyas y abandonada por la familia real. En 1995, la familia real de Brunéi la adquirió por 740.000 dólares (678.899 euros), lo que hoy equivaldría a unos 1,5 millones de dólares (1,4 millones de euros). Años después, fue devuelta al Reino Unido y actualmente se expone en la Torre de Londres.
La corona de la reina madre
Fabricada en 1937 para la coronación del rey Jorge VI, esta corona fue creada para su esposa, la reina Isabel —conocida posteriormente como la reina madre—. Años más tarde, la reina Isabel II la utilizó durante la coronación de su propia hija.
La pieza está adornada con unos 2.800 diamantes, entre ellos el célebre Koh-i-Noor de 105 quilates, que anteriormente estaba engastado en la corona de la reina María. Es la única de las Joyas de la Corona británica hecha en platino y fue colocada sobre el ataúd de la reina madre durante su funeral en 2002 (en la imagen).
La pequeña corona de diamantes de la reina Victoria
Esta diminuta corona fue encargada por la reina Victoria en 1870, tras la muerte de su esposo, el príncipe Alberto. Fue diseñada para llevarla sobre su tocado de viuda y es una de las piezas más personales de la realeza británica.
Contiene 1.162 diamantes brillantes y 138 diamantes talla rosa que, en total, suman 132 quilates. Las piedras se extrajeron de un gran collar que pertenecía a la propia reina. A diferencia de las gemas de colores, los diamantes eran considerados apropiados para el luto en la época victoriana.
Aunque fue propiedad personal de Victoria, la monarca la legó a la Corona. Hoy puede verse expuesta en la Torre de Londres.
La diadema de diamantes
Esta elegante diadema de diamantes se distingue por incorporar símbolos florales de las naciones que conforman el Reino Unido: rosas inglesas, cardos escoceses y tréboles irlandeses, en lugar de las tradicionales flores de lis que suelen aparecer en las coronas reales.
Contiene 1.333 diamantes, entre ellos una piedra amarilla de cuatro quilates. La reina Isabel II la utilizaba en su recorrido hacia y desde el Palacio de Westminster cada vez que pronunciaba su discurso en la apertura del Parlamento. Durante la ceremonia, sustituía esta pieza por la más pesada Corona imperial.
La diadema fue encargada por el rey Jorge IV en 1820 por 8.216 libras, una cifra que hoy equivaldría a unos 835.000 dólares (766.055 euros).
La diadema de diamantes de la reina María
Es tradición que las novias reales lleven prestadas joyas de la colección real en el día de su boda. En 2018, Meghan Markle eligió esta refinada tiara para casarse con el príncipe Harry.
Perteneció a la reina María, tatarabuela de Harry, y fue creada en 1932. Tiene forma de banda flexible compuesta por 11 secciones engastadas con diamantes, con un broche desmontable como pieza central, acompañado de otros diez diamantes. Ese broche fue un regalo de boda para María en 1893, obsequio del condado de Lincoln.
La duquesa de Sussex utilizó la diadema para sujetar su velo de cuatro metros cuando llegó a la capilla de San Jorge, en Windsor. Se estima que su valor ronda los 2,5 millones de dólares (2,3 millones de euros).
La tiara Delhi Durbar
Esta impresionante tiara fue creada en 1911 para la reina María, utilizando diamantes procedentes de otra tiara desmontada. La llevó durante una recepción formal —conocida como durbar— celebrada en Delhi, India, con motivo de la coronación de su esposo, el rey Jorge V, y su proclamación como emperador de la India. Fue una de las pocas coronaciones indias en las que estuvo presente la familia real, en lugar de enviar representantes.
La reina Isabel II prestó esta pieza a Camilla, entonces duquesa de Cornualles, en 2005. Su valor actual se estima en unos 10,8 millones de dólares (9,9 millones de euros).
Y ahora dejamos atrás las coronas y las tiaras para descubrir otros tesoros sorprendentes del tesoro real británico…
El huevo Fabergé de mosaico
El legendario joyero Peter Carl Fabergé creó 50 huevos de Pascua para el zar Nicolás II, destinados a su esposa, la zarina Alexandra. Tres de estas exquisitas piezas terminaron en la Colección Real británica, adquiridas por la reina María en 1933.
Uno de los más admirados es el huevo de mosaico (en la imagen), elaborado con diamantes, rubíes, topacios, zafiros, granates, perlas y esmeraldas. En su interior guarda una "sorpresa": un medallón pintado a mano con los retratos de los cinco hijos del zar y la zarina, una reliquia de la dinastía Romanov.
La lámpara de araña Lobmeyr
Este espectacular candelabro de cristal, decorado con motivos florales de estilo victoriano, fue fabricado en 1855 por la reconocida firma vienesa Lobmeyr. Aunque se desconoce exactamente cuándo pasó a formar parte de la Colección Real, se cree que fue adquirida por la reina Victoria y el príncipe Alberto.
Hoy ilumina la sala de audiencias de Osborne House, en la isla de Wight, una de las residencias favoritas de la monarca. Para hacerse una idea de su valor, algunas lámparas de araña Lobmeyr del siglo XIX mucho más sencillas se venden actualmente por más de 25.000 dólares (22.936 euros).
El reloj astronómico
Este sofisticado reloj, fabricado en 1765 por Eardley Norton, habría sido el gadget más avanzado de su tiempo. Mostraba la hora en 30 lugares del mundo en relación con el meridiano de Greenwich, además de un calendario anual, un planetario del sistema solar, las fases y edades de la luna, e incluso las mareas altas y bajas en 32 puertos del planeta.
Fue adquirido por el rey Jorge III para su vestidor en el Palacio de Buckingham por 1.042 libras, una cifra que hoy equivaldría a unos 192.700 dólares (176.789 euros).
El retrato de la familia real en 1846
En 1846, la reina Victoria logró que el rey francés Luis Felipe liberara temporalmente al pintor de la corte Franz Xaver Winterhalter para que pudiera retratar a la familia real británica. El objetivo era decorar su residencia favorita: Osborne House.
El resultado fue su retrato familiar predilecto, una escena íntima en la que Victoria y el príncipe Alberto aparecen con joyas e insignias, rodeados de sus cinco hijos. Actualmente, el cuadro se encuentra en la Galería Este del Palacio de Buckingham.
La Virgen en procesión, de Leighton
La Virgen en procesión con el cuerpo de San Juan de Cimabue, del artista Frederic Leighton, fue su primera gran obra. Se presentó en la Royal Academy de Londres en 1855 y causó tal impresión que la reina Victoria la compró ese mismo día por 600 guineas, el equivalente a unos 105.000 euros actuales.
En su diario, la monarca escribió: “Había un cuadro muy grande de un hombre llamado Leighton. Es una pintura preciosa... tan brillante y llena de luz. Albert quedó encantado con ella, tanto que me obligó a comprarla”.
Actualmente, esta obra emblemática forma parte del tesoro artístico de la familia real británica.
La vocación de los santos Pedro y Andrés, de Caravaggio
Durante años, este Caravaggio estuvo colgado en el Palacio de Hampton Court y se pensaba que era solo una copia sin valor del original perdido. Sin embargo, tras su restauración y análisis en 2006, la Colección Real confirmó su autenticidad.
La obra fue adquirida por Carlos I en 1637, vendida durante la etapa republicana de Oliver Cromwell y posteriormente recuperada por Carlos II. Desde entonces, forma parte del patrimonio real británico. Se estima que su valor supera los 64 millones de dólares (58,7 millones de euros).
Retrato del duque de Wellington, de sir Thomas Lawrence
El rey Jorge IV encargó al célebre pintor sir Thomas Lawrence una serie de retratos de los líderes que habían contribuido a la derrota de Napoleón en 1814 y 1815. Entre ellos se encuentra este imponente retrato del duque de Wellington.
Para exhibirlos, el monarca destinó una sala completa del castillo de Windsor: la Sala de Waterloo, diseñada expresamente para rendir homenaje a esa victoria. El cuadro sigue colgado allí hoy en día.
La ninfa de mármol de Canova
El célebre escultor italiano Antonio Canova dedicó sus últimos años a trabajar en encargos para el futuro Jorge IV. En 1819 entregó una escultura de una ninfa en mármol, destinada a una fuente situada en el invernadero gótico de Carlton House, con instrucciones precisas sobre su colocación e iluminación.
Dos años después de la muerte del artista, en 1824, llegaron otras dos piezas encargadas: Dirce (en la imagen) y Marte y Venus. Hoy, estas majestuosas esculturas decoran la Gran Entrada y el Salón de Mármol del Palacio de Buckingham.
La masacre de los inocentes, de Pieter Bruegel el Viejo
Esta inquietante pintura del siglo XVI, firmada por Pieter Bruegel el Viejo, representa la matanza de los niños varones de Palestina por orden del rey Herodes. Sin embargo, el artista ambientó la escena en su propia época, en un paisaje nevado flamenco. Curiosamente, no se ve sangre ni cadáveres.
El emperador Rodolfo II, su primer propietario, mandó modificar la obra: hizo sustituir a los bebés muertos por animales, alimentos y objetos para suavizar su crudeza. Más de un siglo después, el cuadro fue adquirido por Carlos II y pasó a formar parte de la Colección Real.
Actualmente, se encuentra en el vestidor del rey del castillo de Windsor, donde se conservan unas 50 pinturas flamencas de los siglos XV al XVII.
El presunto autorretrato de Castiglione
Giovanni Benedetto Castiglione, una figura destacada del Barroco italiano, fue especialmente célebre por sus dibujos y grabados. Aunque su obra cayó en el olvido alrededor de un siglo después de su muerte, la Colección Real británica conserva hoy el que muchos consideran el conjunto más importante de sus trabajos.
Esta pieza, que probablemente sea un autorretrato, fue adquirida por el rey Jorge III en 1762 al cónsul británico en Venecia, y desde entonces ha permanecido como parte del legado artístico de la realeza.
Agatha Bas, de Rembrandt
Considerado “uno de los retratos más bellos” de toda la Colección Real, este cuadro de Agatha Bas (a la derecha) fue pintado por Rembrandt y forma parte de un díptico. Su pareja, un retrato del esposo de Agatha, el comerciante de lana Nicolaes van Bambeeck, se encuentra hoy en el Musée Royal des Beaux-Arts de Bruselas.
La Colección Real británica conserva cinco cuadros de Rembrandt. El más antiguo, La madre del artista, fue un regalo para Carlos I antes de 1633, y fue una de las primeras obras del maestro holandés en llegar a Inglaterra. Actualmente se expone en la Galería de Pinturas del Palacio de Buckingham.
S. M. la Reina Isabel II, de Lucian Freud
No todas las obras de la Colección Real han sido heredadas. Este retrato de la reina Isabel II, con su diadema de diamantes, fue pintado en 2002 por Lucian Freud —nieto del célebre psicoanalista Sigmund Freud— y regalado personalmente a la monarca.
Su estilo crudo y poco halagador generó polémica: un periódico británico lo calificó de “parodia” en su momento. Sin embargo, el valor artístico de la obra es incuestionable. Freud es uno de los grandes nombres del arte contemporáneo británico y una de sus piezas, Benefits Supervisor Sleeping, alcanzó los 56,2 millones de dólares (51,6 millones de euros) en una subasta en 2015.
Eos, de sir Edwin Landseer
Eos, el galgo que acompañó al príncipe Alberto cuando llegó al Reino Unido para casarse con la reina Victoria, aparece en varios retratos y esculturas de la Colección Real.
Este cuadro de sir Edwin Landseer data de 1841 y fue un regalo de Navidad de la reina Victoria a su marido. Landseer realizó unas 40 obras para la pareja real. Su Monarch of the Glen, uno de los cuadros más reconocibles de Escocia, está valorado en 10,3 millones de dólares (9,4 millones de euros).
La lección de música, de Johannes Vermeer
La lección de música es una de las apenas 34 obras conocidas del maestro neerlandés Johannes Vermeer y una de las piezas más emblemáticas de la Colección Real británica. Por su rareza y delicadeza, los cuadros de Vermeer apenas se ponen a la venta.
Para hacerse una idea de su valor, en 2004 su obra Joven mujer sentada al virginal se vendió por 20,8 millones de dólares (19,1 millones de euros).
Los bocetos de Leonardo Da Vinci
Uno de los conjuntos más extraordinarios de la Colección Real contiene unos 600 dibujos de Leonardo Da Vinci, incluidos todos sus bocetos anatómicos, como Los músculos del cuello y el hombro (en la imagen), de 1510-11.
Se cree que fueron adquiridos por Carlos II, aunque no está claro cómo ni por qué.
Pop art, Andy Warhol
Aunque la Colección Real está repleta de obras maestras clásicas, la reina Isabel II también mostró interés por el arte contemporáneo. En 2012 se adquirieron cuatro serigrafías de Andy Warhol, realizadas en 1985 y basadas en una fotografía oficial tomada en 1977 con motivo de su Jubileo de Plata —la celebración del 25º aniversario de su reinado—.
No se sabe cuánto pagó la reina por estas obras, pero la casa de subastas Sotheby's —una de las más prestigiosas del mundo— había vendido recientemente otro conjunto de la misma serie por 140.400 dólares (128.807 euros).
El sello azul de dos peniques de Mauricio
El rey Carlos III es el sexto monarca en heredar la Colección Filatélica Real, cuyo valor se estima en unos 129 millones de dólares (118 millones de euros). Entre sus piezas más valiosas destaca este sello azul de dos peniques, emitido en Mauricio en 1847: el primer sello colonial del mundo y uno de los más raros que existen.
Fue adquirido en 1904 por el entonces príncipe de Gales, que más tarde se convertiría en el rey Jorge V. Se cuenta que, tras la compra, un cortesano comentó: “¿Has oído que algún maldito tonto ha pagado esa fortuna por un sello?”, a lo que él respondió: “Ese maldito tonto era yo”.
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