Dentro del búnker ultra secreto del gobierno que se esconde en las tierras de este granjero
Dentro de un búnker gubernamental

En 1992, los habitantes del pueblo rural de Kelvedon Hatch, en Essex (Inglaterra), hicieron un descubrimiento que les puso los pelos de punta. Con el fin de la Guerra Fría, el gobierno británico desmanteló búnkeres nucleares en todo el país, pero los habitantes de esta localidad se sorprendieron igualmente al descubrir que lo que habían creído durante décadas que era un depósito subterráneo era en realidad un refugio subterráneo ultrasecreto.
En la actualidad, el espacio de 35.000 pies cuadrados sigue extendiéndose a unos 24,4 metros (80 pies) por debajo de las tierras de labranza pertenecientes a Mike Parrish, agricultor de quinta generación y nieto de Jim, que vendió las tierras al gobierno en la década de 1950.
Haz clic o desplázate para visitar esta intrigante instalación gubernamental...
Adaptado al español por Sara Piquer Martí, Editora en Español para loveMONEY.
Ubicación rural tranquila

En 1952, el gobierno británico se puso en contacto con Jim, el abuelo de Mike. Querían comprar un campo de 10 hectáreas situado en el centro de su granja de 809 hectáreas, a las afueras del pequeño y tranquilo pueblo de Kelvedon Hatch (Inglaterra). Jim fue amenazado con una orden de expropiación forzosa si no accedía a vender el campo, pero afortunadamente lo hizo encantado.
"Mi abuelo dijo que había luchado en dos guerras mundiales y que no estaba dispuesto a luchar en otra", cuenta Mike. A pesar de negociar un precio por el terreno, Jim no pudo conseguir un lugar en el búnker para su familia en caso de que ocurriera lo peor.
Hoy, la familia Parrish vuelve a ser propietaria del terreno y Mike organiza visitas guiadas al búnker nuclear secreto.
Una casa de campo con un secreto

El Ministerio del Aire arrasó la colina existente y apostó guardias de la RAF para impedir que nadie husmeara en las obras. En la superficie, todo lo que puede verse es un aparcamiento y este bungalow bastante... indescriptible, que es en realidad la caseta del guarda. Diseñado para parecerse a una típica casa de campo de los años 50, su apariencia engañosamente inocua oculta contraventanas de acero, puertas a prueba de bombas y un falso tejado que enmascara un techo de hormigón armado de 18 pulgadas.
"Las paredes son el doble de gruesas de lo que cabría esperar de una casa de campo normal", explica Mike. "Se construyó, no para mantener fuera a los rusos, sino a gente como tú y como yo".
Nota: El Ministerio del Aire fue un departamento ministerial del Reino Unido encargado de la aviación civil y militar entre 1918 y 1964, cuando fue sustituido por el actual Ministerio de Defensa.
Un secreto de familia

"Yo era entonces un niño pequeño", explica Mike, "recuerdo ver los autocares azules de la RAF (Real Fuerza Aérea británica) que venían de North Weald con frecuencia porque, originalmente, este lugar estaba tripulado por personal de la RAF. Hay una curva en S en la carretera principal. Los autocares solían venir muy deprisa y, de vez en cuando, alguno volcaba, lo que nos aportaba un poco de diversión. Así que sí, sabíamos que estaba aquí".
Mike y su familia incluso vieron cómo se construía el búnker, aunque a escondidas; se hacían señales cuando el guardia se volvía de espaldas y era seguro mirar. La construcción empezó en octubre de 1952 y se hizo totalmente operativo en mayo de 1953, solo siete meses después.
Accede a todas las zonas

Afortunadamente, hoy podemos ver el interior de este extraordinario emplazamiento porque Mike, fotografiado aquí en el año 2000, recompró el terreno. En 1994, el primer ministro británico John Major empezó a vender búnkeres desmantelados y la familia Parrish se hizo con Kelvedon Hatch mediante una oferta sellada en subasta pública. No querían que nadie más explotara el búnker, situado en medio de sus tierras de labranza.
Mike había imaginado que el búnker sería un lugar oscuro, húmedo y parecido a una cueva, pero cuando entró por primera vez se sorprendió al ver que era luminoso y aireado, con "relucientes suelos pulidos, barandillas de caoba y linóleo reluciente como el hielo".
El túnel de entrada

El túnel de entrada tiene unos 109 metros de longitud. Se parece mucho a un pasillo que encontrarías en cualquier gran instalación, excepto por estas bolsas con contadores Geiger anticuados que cuelgan de la pared.
El propio Bunker tuvo tres vidas durante el tiempo que estuvo operativo. Primero, durante unos quince años, como Estación ROTOR, proporcionando un sistema de alerta temprana. Después pasó un breve periodo de tiempo bajo la protección civil. Luego, a finales de los años 60, se convirtió en Sede del Gobierno Regional hasta finales de 1992. Como sede de Londres, habría albergado al Primer Ministro de la época, junto con su gabinete, en caso de emergencia nuclear.
Protección contra explosiones

El largo túnel de entrada sería fácil de defender contra un intruso. Está protegido por dos juegos de puertas antiexplosión, que son de metal de tanque. Si el primer juego de puertas antiexplosión hubiera cedido durante una explosión, la onda expansiva habría bajado por el túnel, golpeado la pared del fondo, cambiado de dirección y perdido un poco de su potencia y presión antes de golpear el segundo juego de puertas.
Una vez cerradas las puertas, unos 600 habitantes podrían haber vivido bajo tierra hasta tres meses, o tanto como les durara la comida y el agua. La instalación tiene su propia electricidad y agua, así como aire acondicionado, calefacción, humidificación, deshumidificación y refrigeración; incluso tiene sus propios campos de aguas residuales en el bosque.
Fuera de peligro

Una vez que atraviesas las puertas blindadas y entras en el túnel, estás a unos 26,4 metros por debajo de la superficie. Si miras hacia arriba por esta escalera, verás que el búnker tiene tres niveles.
Una vez terminada la construcción del búnker, los constructores del Ministerio del Aire volvieron a enterrarlo. También enterraron balsas de hormigón en la superficie para reforzar la parte superior, junto con unos 90.720 litros de agua almacenada en depósitos en la parte superior del techo del búnker.
Un país en alerta máxima

"No creo que en 1952 nos diéramos cuenta de lo desesperado que estaba el gobierno", explica Mike.
Los constructores vertían hormigón las 24 horas del día en los muros para evitar que se apelmazara y causara debilidades. Como era invierno, quemaron leña en braseros por todo el exterior de la obra para evitar que la escarcha dañara el hormigón.
"Debo decir que todavía me parece un poco divertido que en el apogeo de la tecnología, cuando construíamos bombas H, todavía estuvieran escarbando en el exterior buscando leña para evitar la escarcha", considera Mike.
Un castillo al revés

Una vez dentro del búnker, parece -como dijo un grupo escolar visitante- un castillo normando al revés.
El Ministerio del Interior dejó este Plan a Corto Plazo colgado en la pared. Muestra un plano del refugio y cómo habría alojado a 600 personas en caso de emergencia.
"Tenemos dormitorios, pero para alojar a la gente extra que pensaban que podrían necesitar, habrían puesto 48 literas de tres pisos en el lado derecho del túnel y luego las taquillas habrían estado hasta el fondo a la izquierda", explica Mike.
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La sala de radio del Ministerio del Interior

Más adentro, está la sala de radio del Ministerio del Interior. En el pueblo de Kelvedon Hatch hay un enorme mástil con antenas parabólicas y una luz roja en lo alto. Es el mástil Q-Met: la "Q" indica que es secreto. Forma parte de la Red Estratégica Nacional de Comunicaciones del Reino Unido y hay un mástil aproximadamente cada 40 km. a lo largo de la espina dorsal del país. Están construidos para resistir una explosión atómica y el búnker está conectado al mástil de Kelvedon Hatch por líneas terrestres subterráneas profundas y por una antena parabólica de microondas.
Las salas de comunicaciones, los militares y las instalaciones y maquinaria que hacen funcionar el búnker se encuentran en el nivel inferior del refugio, que se consideró el más seguro.
Una estación de comunicación vital

La sala de telecomunicaciones contenía más de dos mil quinientas líneas telefónicas que entraban en el búnker. Más tarde, se añadió fibra óptica más moderna, más resistente al pulso electromagnético, junto con una central telefónica digital.
"Cuando desmantelaron este búnker en 1992, desgraciadamente entregaron esa bonita central telefónica digital de tipo informático a la Policía Metropolitana", explica Mike. "Lo que tenemos ahora es la generación anterior, el sistema Strowger, que es mucho más interesante porque al menos suena y parece una central telefónica".
Centro de mando

Ajena a nosotros hoy en día, la teleimpresora era la principal forma de comunicación de la época. Los cables se enterraban a gran profundidad, donde en teoría se pensaba que eran inmunes a la explosión.
Se manejaban mediante una cinta perforada. No se trata de un código, como a mucha gente le gustaría imaginar. Simplemente permitía enviar télex de forma más rápida y barata. El mensaje sólo tenía que teclearse una vez en la cinta y podía enviarse a muchos destinos.
Trazado de aviones

Cuando el búnker empezó a funcionar en los años 50, habría utilizado el mismo sistema de trazado que se había utilizado en la Segunda Guerra Mundial. Unos 15 ó 20 oficiales de la WAAF habrían trazado los aviones en un mapa gigante, mientras que los controladores utilizarían esa información para desplegar los aviones.
El radar lo cambió todo y la mesa de trazado quedó obsoleta. Entre este búnker y uno en Bawbaugh, Norfolk, se vigilaban los cielos de Inglaterra y de la mayor parte de Europa las 24 horas del día.
"Nosotros nos ocupábamos del día y Bawbaugh de la noche", explica Mike, "excepto los miércoles por la tarde, que jugábamos al fútbol. No sé muy bien qué pasaba entonces".
Altos niveles de protección

Las paredes del búnker están hechas de hormigón de 3 m de grosor, reforzado cada 15 cm con varillas de acero reforzado con un elemento químico llamado tungsteno de una pulgada de grosor. Alrededor ponen una membrana impermeable de ladrillo y brea y una Jaula de Faraday de malla.
Cuando estalla una bomba atómica, crea un pulso electromagnético que aniquila todo lo eléctrico: coches, teléfonos, radios, ordenadores y también la Red Nacional. La Jaula de Faraday alrededor del búnker habría protegido los equipos electrónicos y de comunicaciones sensibles que había en su interior.
Avisos de sirena

En esta planta también estaban los científicos. Su trabajo consistía en determinar dónde había estallado la bomba, qué tamaño tenía y a qué altura del suelo había estallado. Entonces autorizaban diversas alertas.
Un aviso negro significaba que la lluvia radiactiva era inminente y un aviso gris que se produciría en una hora. Una alerta blanca daba el visto bueno. Ya habríamos recibido la alerta roja de "ataque". Conocido como "Aviso de cuatro minutos", se habría emitido desde el búnker principal de la BBC en Evesham. Al oírlo, los civiles debían meterse debajo de la mesa de la cocina, que habrían cubierto con puertas de habitaciones y colchones, y esperar lo mejor.
El estudio de radio de la BBC

La llegada de la lluvia radiactiva habría sido anunciada por tres fuertes estampidos, o si vivías en Escocia, por el tañido de las campanas de la iglesia. Al igual que en la Segunda Guerra Mundial, el "todo despejado" era la nota directa de la sirena. Sin embargo, lo ideal era que el público recibiera instrucciones a través de sus radios domésticas ordinarias, de ahí el estudio de radio de la BBC totalmente insonorizado del búnker.
En el periodo de tensión, antes de que estallara la bomba, el gobierno daría instrucciones a todos para que apagaran y desconectaran sus radios, introdujeran la antena, envolvieran la radio en papel de aluminio o la metieran en una lata de galletas para hacer una mini jaula de Faraday, y no la volvieran a encender hasta que hubiera estallado la bomba. En teoría, seguirían funcionando, aunque no había ninguna garantía.
Discurso a la nación

Desde esta misma sala, la Primera Ministra -muy probablemente Margaret Thatcher, que estuvo en el poder de 1979 a 1990- habría transmitido a la nación en caso de emergencia. El potente transmisor del búnker era capaz de transmitir a todo el mundo.
Mike tuvo la suerte de que existieran varias fotografías que mostraban el aspecto del búnker cuando estaba activo. La familia pudo adquirir algunas de ellas y también emplearon a un guardia que había trabajado en el lugar durante más de 29 años, por lo que dispusieron de información de primera mano a la hora de reconstruir el búnker.
Teléfonos rojos de guerra

Hay ocho formas diferentes de enviar comunicaciones dentro y fuera del búnker, pero la principal forma de enviar y recibir avisos era a través de los teléfonos rojos de guerra. Éstos estaban conectados a un sistema llamado "Control Portador" que estaba enlazado con unas 1.400 comisarías de policía, parques de bomberos, oficinas municipales y personas de pueblos remotos que salían corriendo al exterior y hacían sonar las sirenas.
La sala principal de administración

Esta sala se conocía como la secretaría, donde habrían estado las mecanógrafas. Mike y su familia organizaron un almuerzo de reunión para algunas de las personas que habían trabajado en el búnker durante su primera vida como estación ROTOR, y compartieron sus pensamientos y recuerdos de su tiempo allí.
Revelaron que el búnker tenía que despachar aviones británicos al menos una vez a la semana. A menudo se trataba de los rusos probando a ver lo rápido que podían reaccionar los británicos o intentando entrar y salir del radar sin ser detectados, que a principios de los años 50 aún era bastante primitivo. Sin embargo, la noche del viernes era la más ajetreada de la semana, gracias a los aviadores estadounidenses que pilotaban aviones sin permiso desde Europa hasta Londres en busca de diversión.
Reuniones clandestinas

De hecho, Mike y su familia han celebrado varias fiestas en el búnker a lo largo de los años. A la semana de comprar el búnker organizaron una fiesta.
"Creo que vinieron unas 200 personas. Y lo memorable de aquello fue que estábamos todos disfrutando cuando de repente nos invadieron un montón de policías. El Ministerio del Interior se había olvidado de desconectar la alarma y uno de nuestros invitados la activó. Como eran los años 90, pensaron que se estaba celebrando una rave ilegal".
"Aquí hemos celebrado muchas fiestas muy divertidas", recuerda Mike. "Pero no es necesariamente el lugar lo que las hace divertidas, sino la gente con la que estás".
Energía de emergencia

Aquí se puede ver a Mike mostrando los impresionantes compresores de aire acondicionado y el depurador de aire del búnker. La instalación funciona con dos generadores Dale. Están propulsados por dos motores diésel Rolls-Royce y hay suficiente combustible enterrado en el suelo en el exterior para que dure al menos tres meses.
El Bunker también está conectado casi directamente a la Red Nacional desde dos direcciones. Todo tiene al menos un respaldo y a veces incluso más de uno.
A.W.D.R.E.Y.

Este instrumento habría detectado cualquier explosión nuclear y estimado su tamaño en megatones. Se conocía como A.W.D.R.E.Y., que significa Reconocimiento de Detección de Armas Atómicas y Estimación del Rendimiento.
Si se hubiera producido una explosión nuclear en el Reino Unido, solo habrían sobrevivido unos tres o cuatro millones de personas y las perspectivas serían sombrías, según Mike. Las temperaturas descenderían a entre -20°C y -40°C y no habría habido cosecha durante al menos tres años. La primera se habría quemado por el fogonazo o el frío. Los supervivientes estarían demasiado aletargados y los niveles de radiación demasiado altos para el segundo. Para el tercero, tendrías que raspar la tierra contaminada y sembrar a mano cualquier semilla que no te hubieras comido ya.
Exposición a la radiación

Además de los contadores Geiger, cualquiera que saliera del búnker tras un ataque nuclear llevaría un Dosímetro en la solapa. Dentro del tubo, un dial les indicaría cuántos Roentgens de radiactividad había absorbido.
75 Roentgens era el nivel aceptable en tiempos de guerra. Cuando llegabas a 150, empezabas a sentirte un poco enfermo.
Instalaciones médicas básicas

La cruda realidad es que, a los pocos días de una explosión atómica, el búnker se habría quedado sin medicamentos esenciales como la morfina. Esta sala se utilizaba para almacenar baterías de reserva, pero también hacía las veces de quirófano.
Con seiscientas personas aquí abajo durante tres meses y el hospital superviviente más cercano quizá a cientos de kilómetros de distancia, era probable que se produjeran enfermedades y lesiones. Para los que no sobrevivieran, había un suministro de ataúdes de cartón, porque se plegaban para ahorrar espacio.
Disposiciones para dormir

Solo hay 200 camas en el búnker, incluidas las erigidas en el túnel de entrada, por lo que las personas que vivían en el búnker habrían utilizado el "sistema de cama caliente": en una cama dormían tres personas, cada una de las cuales reclamaba la cama para dormir ocho horas a lo largo de 24 horas.
Un ataúd de hormigón

Aunque la vivienda del Primer Ministro o del comisario del búnker hubiera sido un poco mejor, Mike compara no obstante el búnker con un "ataúd de hormigón".
"Para mí, si se produjera un ataque nuclear, sin duda bajaría a mi búnker", declaró Mike al periódico británico The Metro. "Mi mujer no lo haría, curiosamente. Mucha gente dice 'prefiero quedarme fuera y que me liquiden'. Creo que es importante que la gente asuma ese reto [de intentar sobrevivir]. La vida humana es importante, alguien tiene que estar aquí al final del día".
Alimentos de último recurso

En caso de emergencia, las cocinas funcionarían las veinticuatro horas del día para alimentar a cada turno a medida que entrara y saliera de servicio. Los alimentos se habrían introducido en el búnker a medida que crecía la amenaza atómica y se habrían almacenado en todos los espacios disponibles: debajo de las camas, en armarios y debajo de las mesas.
El búnker no tenía congeladores, lavadoras, lavavajillas ni ascensores; la electricidad y el agua habrían sido escasas, por lo que toda la comida se habría secado, enlatado o preenvasado, como estas raciones que se encuentran en el fondo de cada taquilla.
El precio de la seguridad

Aunque Mike no revela cuánto pagó por el búnker, sabemos que su construcción en 1952 costó 1,5 millones de libras (46 millones de dólares de hoy, unos 43 millones de euros). A finales de la década de 1960, se gastaron otros 10 millones de libras (178 millones de dólares de hoy, unos 166 millones de euros de hoy) en convertirlo en una sede del gobierno regional. A mediados de la década de 1990 se destinaron 19 millones de libras (47 millones de dólares de hoy, unos 44 millones de euros) a modernizar el equipamiento de este lugar y añadir otra planta en la parte superior del búnker, pero esto nunca se llevó a cabo.
Durante su vida activa, la instalación costó unos 3 millones de libras esterlinas al año para funcionar en modo de espera, lo que habría supuesto unos 54 millones de libras esterlinas (69 millones de dólares, unos 64 millones de euros) en el apogeo de la Guerra Fría en 1962.
Una nueva era para un viejo búnker

A pesar de que el búnker necesita una renovación continua, estaba activo cuando la familia Parrish lo compró, por lo que lo encontraron en buen estado. A pesar de ello, el consejo de Mike a quien quiera comprar un antiguo búnker gubernamental es que tenga los bolsillos llenos.
Afortunadamente, el búnker es una atracción turística muy popular y Mike promete mantenerlo abierto mientras siga acudiendo público. Incluso lo alquila como lugar de rodaje. Otros usos que se han considerado a lo largo de los años incluyen centro de datos, almacenamiento de objetos valiosos, retiro religioso o pruebas electrónicas.
¿Quién utiliza hoy el búnker?

A pesar de haber acogido a varios grupos paranormales a lo largo de los años, Mike no se ha encontrado con ningún fantasma e insiste en que el búnker no tiene ningún trasfondo siniestro.
Sin embargo, de vez en cuando recibe consultas de personas que buscan un espacio seguro en tiempos de inestabilidad mundial. Por ejemplo, más de 200 personas se pusieron en contacto con él tras el atentado terrorista del 11-S, y ha habido un interés renovado desde la invasión de Ucrania por Rusia.
La aterradora verdad

Este túnel de salida secreto podría haber sido utilizado por la gente que entraba y salía de la base para recoger suministros de forma encubierta en un mundo postnuclear. En contraste con la vida en el búnker, el mundo en la superficie sería un lugar aterrador. Las bandas de merodeadores con enfermedades causadas por la radiación serían una amenaza constante.
"No se les alimenta, tienen una esperanza de vida limitada y lo que quieren es tu comida", dice Mike. En efecto, en todos los aspectos, volverías a la época medieval".
La cruda realidad

El búnker ha proporcionado unos ingresos adicionales muy necesarios cuando los tiempos han sido difíciles para la granja y ha dado lugar a otras atracciones, como cables aéreos en el bosque y la carrera de obstáculos de barro más premiada del Reino Unido. Por encima de todo, Mike afirma que poseer esta pieza única de la historia le ha dado un sentimiento de orgullo. Sin embargo, también le ha abierto los ojos a la realidad de la guerra nuclear.
"Creo que Einstein lo resumió muy bien", dice Mike, "dijo que si la próxima guerra se libraba con la bomba atómica, la siguiente se libraría con arcos y flechas".
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