Desde los clásicos de culto de los anuncios retro hasta las sensaciones virales de las redes sociales de hoy, los electrodomésticos de cocina más vendidos de las últimas décadas no solo han cambiado nuestra forma de cocinar, sino que también han generado fortunas. Ya fueran diseñados para cuidar la salud, ahorrar tiempo o dar pura comodidad, cada uno convirtió una idea culinaria ingeniosa en una mina de oro comercial, a menudo abriendo camino a nuevos modelos de negocio y estrategias de marketing.
Aquí repasamos los ingeniosos dispositivos que demuestran que los pequeños electrodomésticos pueden convertirse en grandes negocios.
Haz clic o desplázate por nuestra galería para descubrir 9 electrodomésticos de cocina que se vendieron como churros y generaron millones, e incluso miles de millones.
Todas las cantidades están en dólares estadounidenses. Las cifras en euros son conversiones aproximadas que podrían cambiar.
Adaptado al español por Ana Niño, Redactora en español para loveFOOD.
La historia de SodaStream comenzó en 1903, cuando el inventor británico Guy Hugh Gilbey patentó un “aparato para airear líquidos” con el objetivo de servir agua con gas a la alta sociedad, incluidos miembros de la familia real.
En los setenta y los ochenta, el artilugio ya contaba con un público fiel, y las versiones compactas para el hogar se convirtieron en habituales en las cocinas británicas y australianas, impulsadas por el nostálgico eslogan Get busy with the fizzy (algo así como “ponte manos a la obra con las burbujas”).
Tras un breve periodo bajo el mando de la multinacional Cadbury Schweppes en los 80, la marca fue adquirida por la compañía israelí Soda-Club en 1998. Desde entonces se relanzó a nivel mundial con nuevos modelos y sabores, llegando a 41 países.
El sencillo modelo de recarga de la marca convirtió el agua con gas en un éxito de ventas y la posicionó como una alternativa ecológica frente a las bebidas embotelladas.
SodaStream salió a bolsa en EE.UU. en 2010, lo que permitió a los inversores comprar acciones de la empresa por primera vez. Las ventas se dispararon: en EE.UU., los ingresos pasaron de 4 millones de dólares (3,7 millones de euros) en 2007 a 40 millones de dólares (36,7 millones de euros) en 2011, equivalentes a unos 57 millones de dólares (52,3 millones de euros) actuales.
En 2017, los ingresos globales alcanzaron los 543 millones de dólares (498 millones de euros) y, un año después, PepsiCo compró la marca por 3.200 millones de dólares (2.900 millones de euros).
La historia de Crock-Pot comenzó en 1940, cuando el inventor judío Irving Naxon patentó un dispositivo de cocción lenta inspirado en los recuerdos de su abuela sobre el cholent, un guiso tradicional de ternera que se dejaba cocer a fuego lento en hornos de pan durante el sabbat (el día de descanso en la tradición judía).
En 1971, la empresa Rival Manufacturing, con sede en Kansas City, adquirió el diseño de Naxon, lo rebautizó como Crock-Pot y lo presentó en una feria de artículos para el hogar a finales de ese mismo año. Disponible en colores de moda como dorado y verde aguacate, la olla eléctrica se promocionó con la promesa de una cocina “programable y sin preocupaciones”, ideal para hogares ajetreados que querían disfrutar de comidas caseras sin complicaciones.
La Crock-Pot fue un éxito inmediato: en su primer año las ventas alcanzaron los 2 millones de dólares (1,8 millones de euros), equivalentes a unos 15,9 millones de dólares (14,6 millones de euros) actuales, y se dispararon hasta los 93 millones de dólares (85,3 millones de euros) en solo cuatro años.
La competencia contribuyó al boom con una campaña de marketing a toda máquina: anuncios de televisión, folletos de recetas y revistas en papel satinado mostraban a familias ocupadas cómo cocinar a fuego lento platos típicos del Medio Oeste estadounidense, como la carne de pecho y los guisos, junto con recetas llamativas y curiosas como la chuleta de cerdo Abracadabra o el “pollo asado de la mujer ocupada”.
Hoy en día, el mercado mundial de las ollas de cocción lenta sigue siendo un negocio lucrativo: estaba valorado en 1.800 millones de dólares (1.700 millones de euros) en 2023 y se prevé que alcance los 2.700 millones de dólares (2.500 millones de euros) en 2030.
La primera máquina para hacer pan en casa fue inventada en 1986 por Panasonic (entonces llamada Matsushita Electric) en Japón. La ingeniera de proyectos Ikuko Tanaka dirigió su desarrollo tras estudiar las técnicas tradicionales de panadería con el maestro panadero del Osaka International Hotel.
El diseño incorporaba nervaduras internas para amasar correctamente y un temporizador para que la masa subiera, todo en un único aparato de sobremesa. No fue hasta varios años después de su lanzamiento, y tras una notable bajada de precio, cuando la panificadora se popularizó entre los hogares que querían disfrutar de pan fresco y casero sin esfuerzo.
En 1993, las panificadoras se vendían como pan caliente: se calcula que había 3 millones de unidades en los hogares de EE.UU., cifra que creció hasta alcanzar aproximadamente a 1 de cada 5 hogares a finales de los noventa.
Panasonic dominó el mercado inicial, al que más tarde se unieron marcas como Zojirushi, Breville y Cuisinart. A principios de los 2000, la demanda cayó debido a la popularidad de las dietas bajas en carbohidratos y sin gluten. Sin embargo, desde la pandemia de COVID-19, el interés por el pan casero ha vuelto a crecer.
En 2024, el mercado mundial de panificadoras estaba valorado en unos 440 millones de dólares (404 millones de euros) y se prevé que supere los 756 millones de dólares (694 millones de euros) en 2034.
Los exprimidores existen desde los años 30, pero hizo falta el “padrino del fitness” para descubrir su verdadero potencial como negocio. A finales de los 2000, el icono estadounidense del fitness y la nutrición Jack LaLanne se convirtió en la imagen de la Power Juicer, vendida por Tristar Products, y con su carisma y sus eslóganes pegadizos logró vender más de 2 millones de unidades en la teletienda nocturna.
Pocos años después, la Juice Fountain de Breville acercó los zumos prensados en frío al gran público interesado en el bienestar. En conjunto, estos pequeños electrodomésticos ayudaron a transformar los zumos de un pasatiempo minoritario en una tendencia que mueve miles de millones de dólares.
La Power Juicer de Jack LaLanne vendió más de 2 millones de unidades a principios de los 2000 gracias a la televisión de respuesta directa, mientras que la Juice Fountain de Breville experimentó un aumento del 100% en las ventas tras aparecer en el documental de 2010 Fat, Sick & Nearly Dead (en la imagen).
A medida que los zumos pasaron de ser un producto de nicho a convertirse en algo habitual, las marcas apostaron por mensajes de bienestar y por modelos de suscripción, demostrando que, cuando se trata de electrodomésticos de cocina, la salud vende.
En 2023, el mercado mundial de exprimidores estaba valorado en 2.600 millones de dólares (2.400 millones de euros) y se prevé que casi se duplique de aquí a 2033.
La parrilla George Foreman Lean Mean Fat-Reducing Grilling Machine fue inventada en 1994 por el empresario estadounidense Michael W. Boehm en colaboración con Robert W. Johnson. Con una videocámara doméstica grabaron el funcionamiento del aparato, entonces llamado Fajita Express, y lo presentaron a la gigante de los electrodomésticos Salton Inc.
Sus placas calefactoras anguladas y de doble cara permitían que la grasa se escurriera durante la cocción, lo que la convirtió en un éxito instantáneo entre los consumidores preocupados por la salud. La parrilla alcanzó fama mundial cuando el legendario boxeador George Foreman se convirtió en su portavoz; sus anuncios publicitarios se transformaron en un fenómeno cultural a finales de los 90, lo que disparó las ventas.
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Puede que la parrilla redujera la grasa, pero también engrosó considerablemente la cuenta bancaria de George Foreman. En 1999, Salton pagó 138 millones de dólares (127 millones de euros) por los derechos de usar el nombre de Foreman a perpetuidad, lo que equivale a unos 267 millones de dólares (245 millones de euros) actuales.
A principios de los 2000, ya se habían vendido más de 100 millones de parrillas en todo el mundo, convirtiendo un simple electrodoméstico de cocina en una historia de éxito con mucho peso. Foreman declaró más tarde que había ganado “mucho más” de 200 millones de dólares (183 millones de euros) en total, llegando a ingresar hasta 8 millones de dólares (7,3 millones de euros) al mes.
En 2011, se estimaba que la parrilla estaba presente en el 15% de los hogares de EE.UU.
Lanzada en octubre de 2003 por Alchemy Worldwide, la Magic Bullet fue, en esencia, la primera batidora viral. Creada por los veteranos de la teletienda Lenny Sands, Brady Caverly y Jeff Clifford, y presentada en pantalla por el carismático Mick Hastie, su diseño compacto e invertido permitía preparar batidos, salsas y masa para magdalenas en apenas 10 segundos.
El producto alcanzó el estatus de culto gracias a un infomercial poco convencional de 30 minutos ambientado en una cocina tras una barbacoa. Mitad comedia de situación, mitad demostración culinaria, incluía un reparto de personajes extravagantes que pedían diferentes bebidas y platos a los presentadores. Poco ortodoxo, quizá, pero convertir el anuncio en un miniprograma de televisión dio resultados espectaculares.
La Magic Bullet no fue solo un gadget de cocina, sino también un golpe maestro de marketing directo al consumidor. En apenas 17 meses acumuló 250 millones de dólares (229 millones de euros) en ingresos, impulsada por el boca a boca, los constantes anuncios en televisión y la curiosidad genuina.
En 2016, ya se habían vendido más de 30 millones de unidades en todo el mundo. La empresa matriz de Alchemy, Homeland Housewares, llegó a gastar más de 2 millones de dólares (1,8 millones de euros) en 2006 —unos 3,2 millones de dólares (2,7 millones de euros) ajustados a la inflación— para perseguir a los falsificadores que intentaban aprovechar su popularidad.
Años más tarde, su sucesor, más estilizado y enfocado en la salud, el NutriBullet, se convertiría en la nueva obsesión de la cocina.
Una de las mayores tendencias culinarias del 2010 no surgió de un chef, sino de un técnico canadiense. En 2010, el exingeniero de software Robert Wang se asoció con dos amigos para inventar la Instant Pot. Su objetivo era sustituir la mitad de los electrodomésticos de cocina habituales por una sola olla eléctrica multifunción, equipada con sensores de presión y microprocesadores avanzados.
El primer modelo ofrecía seis funciones y atrajo a un público global con prestaciones que iban desde preparar yogur hasta cocer arroz a la perfección. Su estrategia de marketing se apoyó en la viralidad: se enviaron 200 muestras a blogueros, se recopilaron opiniones de usuarios y se lanzaron descuentos agresivos, especialmente durante el Black Friday (el día de rebajas importado de EE.UU. que cada vez tiene más presencia en España).
La Instant Pot se convirtió en un éxito inesperado entre los cocineros ocupados, muy valorada por su comodidad. En 2016 lideró las ventas del Amazon Prime Day, con más de 215.000 unidades vendidas en un solo día, y dos años después batió su propio récord con 300.000 unidades en solo 36 horas.
En su punto álgido, el mercado de las ollas multifunción alcanzó los 758 millones de dólares (695 millones de euros) en 2020, con la Instant Pot como líder indiscutible. Aunque las ventas se enfriaron tras la pandemia de COVID-19, la marca ya había construido un auténtico imperio en la cocina, demostrando que, a veces, los gadgets más vendidos no son los más llamativos, sino los que simplemente preparan la cena y no molestan.
La freidora de aire, también conocida como freidora sin aceite, fue inventada en 2010 por el ingeniero neerlandés Fred van der Weij, que se asoció con Philips para perfeccionar un método de fritura con aire caliente en circulación y apenas unas gotas de aceite. Ese mismo año, Philips presentó el primer modelo en la feria de electrónica IFA de Berlín, promocionándolo como una alternativa más rápida y saludable a la fritura tradicional.
Con su diseño compacto, su fácil limpieza y la promesa de conseguir un crujiente sin remordimientos, el aparato conquistó rápidamente tanto a los cocineros caseros con poco tiempo como a los amantes de los aperitivos saludables.
Las freidoras de aire, también conocidas como freidoras sin aceite, se convirtieron en un auténtico éxito de ventas. Entre 2020 y 2021 las ventas se dispararon un 76%, con 25,6 millones de unidades vendidas y casi 1.000 millones de dólares (900 millones de euros) en ingresos, ya que los cocineros caseros buscaban alternativas más saludables.
En 2023, aproximadamente el 36% de los hogares de EE.UU. tenía una. En 2024, el mercado mundial de freidoras de aire se estimaba en 1.300 millones de dólares (1.200 millones de euros), y se prevé que alcance los 2.000 millones de dólares (1.800 millones de euros) en 2030.
Con su promesa de bajo consumo de aceite, facilidad de uso y el impulso de las redes sociales, la freidora de aire dejó de ser un simple gadget para convertirse en toda una revolución culinaria.
El Velvetiser fue desarrollado en 2018 por Angus Thirlwell, cofundador de la cadena británica de bombonerías y cafeterías Hotel Chocolat, en colaboración con el fabricante británico de electrodomésticos Dualit. Diseñado para preparar en casa un chocolate caliente tan cremoso como el de una cafetería, este gadget de 140 dólares (128 euros) supuso la entrada de la marca en el mundo de la tecnología para la cocina.
Su diseño minimalista y su manejo intuitivo causaron sensación desde el primer momento. En Navidad de 2020, el Velvetiser ya era uno de los favoritos de los clientes y, gracias al boca a boca, se consolidó como un electrodoméstico de cocina imprescindible, encabezando las listas de regalos navideños entre los amantes del buen chocolate.
A finales de 2023, la cadena británica Hotel Chocolat declaró a la revista Forbes (especializada en economía y negocios) que casi un millón de hogares británicos tenían un Velvetiser, y que se esperaba superar esa cifra en seis meses. El electrodoméstico contribuyó a impulsar los ingresos de la marca hasta los 288 millones de dólares (264 millones de euros) en 2022, frente a los 168 millones de dólares (154 millones de euros) de 2018.
Una de las claves de su éxito fue el lanzamiento de una suscripción mensual para sus emblemáticas virutas de chocolate, junto con nuevos sabores como menta oscura y una opción vegana, lo que fomentó las compras recurrentes. En 2024, la empresa fue adquirida por Mars por 661 millones de dólares (606 millones de euros). En 2025 está previsto el lanzamiento de un Velvetiser rediseñado, con una función para preparar bebidas frías.
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