Aunque el presidente de EE.UU. Donald Trump nunca tuvo una mascota en la Casa Blanca, casi todos sus predecesores sí convivieron con animales durante su mandato, ¡y algunos llegaron a reunir auténticos zoológicos!
Desde perros y gatos hasta especies más exóticas, repasamos las mascotas que acompañaron a algunos de los presidentes y primeras damas más influyentes de EE.UU. a lo largo de la historia.
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Adaptado al español por Ana Niño, Redactora en español para loveMONEY.
Apodado “Little Ben” por los demócratas debido a su pequeña estatura, Benjamin Harrison, 23.º presidente de EE.UU., compartió su mandato con un collie llamado Dash y dos zarigüeyas con nombres muy curiosos: Mr. Reciprocity y Mr. Protection (los señores “reciprocidad” y “protección”).
Harrison, muy familiar, era conocido por terminar sus asuntos antes del mediodía para dedicar el resto del día a sus nietos y a sus numerosas mascotas, entre las que destacaba un macho cabrío llamado Old Whiskers (“Viejo Bigotes”). En esta fotografía, su hijo, el mayor Russell Harrison, aparece en el jardín de la Casa Blanca junto a su hija Marthena y a sus sobrinos en un carro tirado por la famosa cabra presidencial.
Theodore Roosevelt era conocido por su amor por la naturaleza y la exploración, lo que puede explicar la colección de animales que él y su familia tenían. No contento con solo perros, gatos y caballos, tenía algunas mascotas más sorprendentes, como serpientes, un tejón y una ardilla voladora. También se informó de que tenía animales más salvajes, desde un león y una hiena hasta cinco osos.
Sin embargo, tenía algunas mascotas favoritas, entre las que se encontraban Pete, el bull terrier, y Bleistein, un caballo. En esta fotografía, el hijo de Roosevelt, Quentin, monta en el poni Shetland Algonquin en los terrenos de la Casa Blanca.
William Howard Taft tenía dos vacas y un perro llamado Caruso durante su mandato como 27.º presidente de los EE.UU.. Sorprendentemente, hasta finales del siglo XIX, las vacas eran algo habitual en la Casa Blanca, ya que Washington D. C. no tenía empresas lácteas ni de reparto de leche.
Taft se llevó a su vaca, Mooly Wooly, con él a la residencia presidencial. Sin embargo, cuando murió, Pauline Wayne, una vaca Holstein-Friesian de 675 kilogramos (en la imagen), tomó su lugar. A menudo llamada la “reina de las vacas de la capital”, fue la última vaca de la Casa Blanca.
Pero no solo había vacas en el césped de la Casa Blanca. Durante la administración de Woodrow Wilson, también pastaban allí algunas ovejas. Para dar ejemplo de las contribuciones del frente interno y reducir los costes de mantenimiento del terreno durante la Primera Guerra Mundial, el presidente trajo ovejas para cortar el césped. Entre el rebaño se encontraba Old Ike, un carnero con mucho carácter.
Además de las ovejas y Old Ike, Wilson también tenía tres perros: Davie, un terrier Airedale; Mountain Boy, un galgo; y Bruce, un bull terrier, junto con Puffins, el gato.
La presidencia de Warren G. Harding estuvo marcada por varios hitos pioneros. Fue el primer editor de periódicos en ser elegido, y su terrier Airedale, Laddie Boy (“Muchachito”), fue la primera mascota presidencial en recibir cobertura en la prensa. Según la revista estadounidense especializada en ciencia Smithsonian, los Harding, grandes amantes de los animales, lo adoraban como a un hijo.
Más tarde se les unió Old Boy (“Chico Viejo”), un bulldog inglés. Mientras que este prefería quedarse en un segundo plano, Laddie solía estar siempre al lado de su amo. En esta fotografía se ve a Laddie Boy observando el tradicional evento de rodar huevos de Pascua desde un balcón de la Casa Blanca junto a Harding y la primera dama Florence.
Calvin Coolidge y la primera dama Grace llegaron a tener, literalmente, un zoológico en la Casa Blanca. Desde pastores collie hasta cachorros de león —bautizados con los irónicos nombres de “Reducción de impuestos” y “Oficina de presupuesto”, obsequio de dignatarios extranjeros—, era evidente que ambos eran grandes amantes de los animales.
Rebecca, una mapache, fue quizá su mascota más inusual. Solía deambular por los alrededores del edificio con un collar bordado que la identificaba como la “mapache de la Casa Blanca”. Sin embargo, no todos los miembros del personal eran fans suyos: con frecuencia destrozaba tanto ropa como tapicería.
Aunque Herbert Hoover era un amante de los perros, era conocido por su “comportamiento severo”, por lo que, según la Asociación de la Casa Blanca, durante la campaña presidencial de 1928 se distribuyó entre los votantes una fotografía con King Tut, el perro pastor belga de Hoover, para que pareciera más accesible. ¡El plan funcionó!
Es una táctica que se le ha aconsejado al presidente Donald Trump, el primer presidente en más de 100 años que no tiene mascota. Sin embargo, él se ha negado repetidamente, argumentando: “Esa no es la relación que tengo con mi pueblo”. Y añadió: "Me parece un poco falso".
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Una pareja presidencial muy recordada: el presidente Franklin D. Roosevelt, uno de los líderes más célebres de EE.UU., y Fala, su querido Scottish terrier, que pasó a la historia como una de las mascotas presidenciales más queridas de todos los tiempos. El simpático perro acompañaba al presidente en reuniones oficiales y era famoso por su afición a las golosinas.
En esta fotografía se ve a Fala disfrutando de su tarta de cumpleaños, que Roosevelt había mandado preparar especialmente para él. Trágicamente, pocos días después de aquella celebración, el presidente falleció en la “Pequeña Casa Blanca” de Warm Springs, Georgia, su residencia de retiro y centro de rehabilitación.
Heidi, la weimaraner de Dwight Eisenhower, fue un regalo del director general de Correos, Arthur Summerfield. En una carta a Summerfield, el presidente escribió: “Heidi es sin duda un activo para la vida en la Casa Blanca. Corretea por el jardín sur a gran velocidad, con proyectos tan importantes como perseguir ardillas e investigar lo que puede haber debajo de los arbustos”.
Continúa diciendo: “Es preciosa y se porta muy bien (a veces tiende a ser terca, pero enseguida se disculpa por ello). Además, es extremadamente cariñosa y parece muy feliz”. Sin embargo, finalmente se decidió que esta enérgica perra estaría más a gusto en la granja de los Eisenhower en Gettysburg, Pensilvania.
Aunque la mayoría de los presidentes son amantes de los perros, lamentablemente no se puede decir lo mismo de todos ellos. Harry S. Truman llegó a la Casa Blanca sin mascota cuando asumió el poder en 1945, tras la muerte de Franklin D. Roosevelt durante su cuarto mandato.
Cuando un simpatizante le regaló a Feller, un cachorro de cocker spaniel, en 1947, molestó a los amantes de los perros de todo el mundo al regalarlo. Pero hubo un final feliz para el solitario cachorro, que vivió sus últimos años en una granja de Ohio.
Los Kennedy son otra familia presidencial amante de los animales. A lo largo de los años, tuvieron varios perros muy queridos, así como gatos, pájaros y ponis. A pesar de su alergia al pelo de los animales, Kennedy quería que sus hijos experimentaran la alegría de tener una mascota.
Cuando los Kennedy se mudaron a la Casa Blanca, se llevaron consigo a un terrier galés llamado Charlie, que aparece en esta fotografía de la familia disfrutando de una tradicional Navidad en la Casa Blanca, junto con Clipper, el pastor alemán.
Después de que Lyndon B. Johnson se mudara, en diciembre de 1963, mandó rediseñar la caseta de perros de la Casa Blanca para sus beagles, Him y Her ("Él" y "Ella").
La pareja, muy documentada, se convirtió en una celebridad nacional, aunque la afición de Johnson por coger a Him por las orejas causó controversia. Johnson acabó emitiendo una disculpa pública.
Him y Her incluso se unieron a la campaña de su amo y en 1964 fueron fotografiados frente a la Casa Blanca luciendo insignias de la campaña.
A Richard Nixon se le suele recordar por una cosa: el escándalo Watergate. Pero también era un amante de los animales. Checkers, un cocker spaniel, fue el perro de Nixon cuando era vicepresidente, pero tuvo tres perros durante su estancia en la Casa Blanca: Vickie, un caniche, Pasha, un yorkshire terrier, y Tim, un setter irlandés.
Tim, un regalo de su personal al presidente, hizo su debut oficial en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca en enero de 1969, cuando tenía seis meses, para gran alegría de su dueño.
Parece que ningún lugar está fuera del alcance de los perros presidenciales en la Casa Blanca, especialmente el Despacho Oval. Al fin y al cabo, toda persona necesita a su mejor amigo a su lado cuando dirige el país. Gerald Ford sin duda tuvo mucho trabajo cuando sustituyó a Nixon tras su dimisión a raíz del escándalo Watergate.
Uno de los perros retriever de Ford había muerto poco antes de que la familia se mudara a la Casa Blanca. Así que cuando Liberty entró en la residencia presidencial, acabó robando el corazón de la nación. Aquí la vemos supervisando asuntos con Ford, el secretario de Estado Henry Kissinger y el asesor de Seguridad Nacional Brent Scowcroft en 1974.
Cuando Jimmy Carter y su familia se mudaron a la Casa Blanca no tenían perro, pero —como dicta la tradición— les regalaron un “primer perro”. Se trataba de un mestizo de border collie, obsequio del profesor de su hija Amy, al que llamaron Grits —como el plato típico del sur de EE.UU. elaborado con sémola de maíz—, en referencia a las raíces sureñas de la familia. El animal se adaptó bien a la vida en la residencia presidencial, aunque cuando falleció el perro del profesor, parece que devolvieron a Grits, quizá para aliviar su pena.
Según cuentan, Grits tampoco se llevaba especialmente bien con el gato de los Carter, que tenía un nombre de lo más llamativo: Misty Malarky Ying Yang.
No está muy claro quién pasea a quién en esta fotografía del presidente Ronald Reagan y Lucky, su Bouvier des Flandres. En la foto, tomada en el Jardín de las Rosas con la ex primera ministra británica Margaret Thatcher en febrero de 1985, los Reagan, conocidos amantes de los animales, disfrutaban pasando tiempo en su rancho de California con sus caballos y perros.
Pero, en realidad, Lucky fue un regalo para Nancy Reagan en una ceremonia celebrada en la Casa Blanca en 1984 y, según la primera dama, pasó de ser una "bolita de pelusa" a "tener el tamaño de un poni".
Ni siquiera los presidentes son inmunes al encanto de un cachorro. Al menos no George H. W. Bush, al que vemos aquí en el césped de la Casa Blanca junto a los cachorros de su springer spaniel inglés, Millie.
Millie alcanzó gran notoriedad por “escribir” Millie’s Book: As Dictated to Barbara Bush, que en 1992 llegó al primer puesto de la lista de libros de no ficción más vendidos del diario estadounidense The New York Times. En el libro, Millie relata un día en su vida con el presidente y la primera dama, desde asistir a reuniones en el Despacho Oval hasta disfrutar de pausas para cazar ardillas.
Socks (“Calcetines”) fue el primer gato que vivió en la Casa Blanca desde Misty Malarky Ying Yang, el siamés de Amy Carter. A menudo se le veía posado en el hombro del presidente. Según se cuenta, este gato blanco y negro saltó a los brazos de Chelsea Clinton cuando ella salía de la casa de su profesora de piano en Arkansas en 1991, y el resto es historia.
Socks fue un éxito entre fotógrafos y público, e incluso apareció en la popular comedia televisiva de los noventa Murphy Brown, en la que la protagonista lo secuestraba por accidente de la Casa Blanca. También salió junto al presidente en una serie de sellos de la República Centroafricana.
En 1997, un labrador retriever chocolate llamado Buddy se unió a la familia. Pero como a Socks no le gustaba compartir protagonismo, el perrito acabó viviendo con la exsecretaria de Clinton, Betty Currie, al final de su presidencia.
Miss Beazley llegó a vivir a la Casa Blanca en enero de 2005 como regalo de cumpleaños del presidente George W. Bush a la primera dama Laura. Se unió a su primer perro Scotty, Barney, que se había mudado a la propiedad con la familia en 2001. La pareja apareció en el vídeo de la Casa Blanca A Very Beazley Christmas en honor a las primeras vacaciones del perro en la Casa Blanca, y los dos Scotties se convirtieron en amigos devotos.
Aquí, los dos se presentan para trabajar en el Despacho Oval con el presidente Bush.
Barack Obama, primer presidente afroamericano de la historia de EE.UU., también es recordado como un hombre profundamente familiar y amante de los animales. Su cariño por Bo y Sunny, dos perros de agua portugueses, quedó inmortalizado en numerosas imágenes a lo largo de su presidencia. En esta fotografía, Obama aparece corriendo junto a Bo por la columnata este durante su primera visita a la Casa Blanca.
Estos afortunados perros llegaron a conocer a numerosos dignatarios a lo largo de los años. Según se dice, a Sunny le gustaba relacionarse con la prensa, aunque —como cualquier perro— también tenía sus travesuras. La primera dama Michelle Obama bromeó en una ocasión: “Sunny puede ser traviesa. ¿Sabes lo que hace a veces? Se escapa de la cocina y se va a hacer sus necesidades al otro extremo de la Casa Blanca”.
En la foto, relajándose en el balcón de la residencia privada de la Casa Blanca, el Primer Perro Champ fue el "compañero constante y querido" de Joe y Jill Biden durante 13 años, hasta que falleció en junio de 2021. Champ se unió a la familia en 2008, cuando Biden se convirtió en vicepresidente, y fue nombrado en homenaje al padre de Biden, que animaba a su hijo con las palabras: "¡Campeón, levántate!".
De joven, Champ jugaba en el césped del Observatorio Naval con los nietos del entonces vicepresidente. "Todo mejoraba al instante cuando él estaba a nuestro lado", dijo el presidente, según se ha citado. A Champ se le unieron un hermano pastor alemán, Major, y una hermana gata a lo largo de los años.
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