Hoy en día, la Antártida no es exactamente el desierto virgen que podrías imaginar. El lugar más frío, seco y ventoso de la Tierra, que no fue tocado por el ser humano hasta hace unos 200 años, cuenta ahora con más de 70 estaciones de investigación permanentes y recibió más de 100.000 turistas en la temporada 2022-2023.
En un momento en que muchos se preguntan si el fin del Tratado Antártico en 2048 podría abrir la puerta a la explotación de minerales, petróleo y gas en la región, sigue leyendo mientras repasamos la convulsa historia del continente, desde sus primeras exploraciones hasta la actualidad.
Todas las cantidades están en dólares estadounidenses, las cifras en euros son conversiones aproximadas que podrían cambiar.
Adaptado al español por Ana Niño, Redactora en español para loveMONEY.
Se cree que el capitán James Cook (en la imagen), a bordo de su barco Resolution en 1773, fue la primera persona en cruzar conscientemente el círculo polar antártico. El primer avistamiento del continente no se produciría hasta casi 50 años después.
Se debate quién fue la primera persona en posar sus ojos en el continente, pero sí sabemos que el marinero inglés William Smith avistó la isla Livingston, parte del archipiélago de las Shetland del Sur, en la Antártida Occidental, en 1819. Dos años más tarde, se cree que el capitán estadounidense y comerciante de pieles de foca John Davis fue el primero en desembarcar en la masa continental antártica.
A principios del siglo XX, la caza de ballenas se convirtió en una actividad muy lucrativa, ya que estos animales eran muy apreciados por su aceite y su carne. Inicialmente, los balleneros noruegos y británicos constituían la mayor parte de la industria. En 1908, los británicos reclamaron la soberanía sobre la Antártida con la intención de gravar a los balleneros de otros países.
Más tarde, en 1939, una expedición alemana llegó para tomar el control del territorio noruego y estableció una estación ballenera para dejar de depender del aceite de ballena noruego.
Chile y Argentina comenzaron a reclamar tierras "británicas", lo que llevó a Gran Bretaña a lanzar una misión secreta, la Operación Tabarín, en 1943, para reforzar su posición en el territorio. Los conflictos se resolvieron en 1986, cuando la Comisión Ballenera Internacional (CBI) prohibió la caza de ballenas a gran escala en el océano Antártico.
En el verano de 1910, dos expediciones partieron para ser las primeras en llegar al Polo Sur. La primera, dirigida por el explorador británico Robert Falcon Scott, zarpó en junio, mientras que su rival, el explorador noruego Roald Amundsen, partió en agosto. Ambos exploradores viajaron durante más de un año, luchando contra condiciones increíblemente duras, hasta que Amundsen plantó la bandera noruega en el punto más austral del mundo el 14 de diciembre de 1911.
Esto marcó el comienzo de una lucha por el territorio, en la que siete países reclamaron tierras antárticas entre 1908 y 1942, algunas de las cuales se solapaban.
En el contexto de la posguerra de los años 50, era esencial resolver las disputas territoriales y garantizar la paz. Tras la apertura de la primera estación de investigación del continente en 1956, se estableció un programa de investigación internacional. El Tratado Antártico fue firmado en 1959 por 12 naciones: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica, el Reino Unido, los EE.UU. y la URSS.
El Tratado establecía que no podría haber actividad militar y que el continente se utilizaría para la investigación científica y la cooperación entre los miembros. Entró en vigor en 1961.
Pero las aguas que rodean la Antártida no formaban parte del Tratado. Durante los años 70, comenzó la pesca a gran escala, con la URSS y Japón luchando por las mayores capturas. El krill era una de las especies más buscadas y las capturas alcanzaron un máximo de más de 500.000 toneladas métricas entre 1981 y 1982, la mayor parte de las cuales fueron capturadas por estos dos países.
En 1980 se creó la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) y, a partir de 1982, impuso prohibiciones o límites a la mayoría de los tipos de pesca. Noruega, Corea, China y Chile son actualmente los principales países pescadores de krill.
El krill puede ser un crustáceo diminuto, pero representa un importante comercio mundial. La demanda de estas criaturas, que se están haciendo populares como complemento alimenticio, se ha duplicado en las últimas dos décadas.
En 2018, tras la presión de grupos ecologistas y el apoyo de empresas pesqueras, se presentó una propuesta para crear un santuario oceánico en la Antártida que habría protegido casi 7.000 kilómetros cuadrados de océano. La legislación fue bloqueada por China, Rusia y Noruega cuando se presentó ante la Comisión Oceánica Antártica en noviembre de ese año.
El bacalao antártico, que puede alcanzar hasta un metro de longitud, es una parte vital de la cadena alimentaria. Sin embargo, está amenazado por la pesca ilegal, no regulada y no declarada (INDNR) en las aguas que rodean la Antártida.
En enero de 2015, varios pescadores fueron sorprendidos a bordo de un barco con una captura ilegal de bacalao antártico valorada en un millón de dólares (900.000 euros). Su venta en Norteamérica, etiquetada como lubina chilena, es un negocio muy lucrativo. En la imagen, un barco patrullero neozelandés busca pescadores furtivos cerca de la Antártida.
No solo se caza furtivamente pescado: a pesar de la prohibición de la pesca a gran escala de ballenas en los años 80, estos cetáceos siguen amenazados. En septiembre de 2018, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) informó que balleneros japoneses habían matado a más de 50 ballenas minke en la zona protegida de la Antártida. Aprovecharon un vacío legal que permite la caza con fines “científicos”, lo que significa que su carne sigue vendiéndose.
Business Insider, un medio digital estadounidense especializado en noticias de negocios y cultura pop, informó a principios de este año que una empresa ballenera japonesa planeaba instalar máquinas expendedoras de carne de ballena en todo el país para fomentar la demanda de productos como sashimi, piel, filete y beicon de ballena.
Se conocen yacimientos de petróleo y otros minerales en la Antártida. Según estimaciones del Servicio Geológico de los EE.UU., el continente podría albergar 160.000 millones de barriles de petróleo y el 30% del gas natural sin descubrir del planeta.
Los debates sobre la explotación de los recursos comenzaron en 1970, cuando el Reino Unido y Nueva Zelanda plantearon la cuestión. Entre 1982 y 1988 se estableció la Convención sobre la Regulación de las Actividades en la Antártida (CRAMRA), con la intención de establecer medidas de protección medioambiental para las posibles actividades mineras que pudieran llevarse a cabo.
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La Convención tuvo una vida efímera. Aunque 33 naciones la firmaron, Francia y Australia se negaron, alegando que la minería debía prohibirse por completo en el continente.
Tras las reuniones celebradas entre 1989 y 1991, el CRAMRA fue derogado. En su lugar, entró en vigor un nuevo Protocolo sobre Protección del Medio Ambiente, que establecía lo siguiente: "Queda prohibida toda actividad relacionada con los recursos minerales, salvo la investigación científica".
No solo petróleo y gas podrían acechar bajo la superficie helada. Según el World Factbook de la CIA, una publicación anual con información detallada sobre países y regiones, "se han encontrado cromo, cobre, oro, níquel, platino y otros minerales, así como carbón e hidrocarburos en pequeñas cantidades no comerciales".
Hace millones de años, durante el Mesozoico, la Antártida formaba parte de un continente gigante llamado Gondwana, que incluía América, Sudáfrica y Australia. Se han observado grandes similitudes entre la geología de estas regiones ricas en minerales y la Antártida, lo que podría significar que allí existe una gran riqueza mineral.
China inauguró en 2024 su quinta estación de investigación en la Antártida, a pesar de que aún no ha recibido la aprobación medioambiental, y, según se informa, tiene planes de convertirse en una "potencia polar" para 2030. El país también ha tratado de establecer una "zona de gestión especial" (ASMA) alrededor de su remota base en el Domo A, lo que algunos comentaristas consideran una forma de aumentar su influencia en la región.
Además, está realizando importantes inversiones en infraestructura y capacidad en la Antártida, incluida la inversión en su red GPS global BeiDou, que ayudará al ejército chino
El Tratado Antártico establece que los países no deben tener ninguna participación militar en el continente, una norma que algunos miembros han incumplido. Se sabe que Chile y Argentina tienen presencia militar en el continente antártico, mientras que otros países pueden tener agentes de seguridad militares o civiles no declarados que actúan como sustitutos de la presencia militar.
Por otra parte, el uso de la base china para el GPS, que beneficiará a sus fuerzas armadas, también ha planteado dudas sobre si este país tiene una influencia indebida en la zona.
El cambio climático ha despertado el interés por la Antártida, ya que los turistas quieren visitarla antes de que el hielo desaparezca. Con más de 100.000 turistas en las últimas temporadas y viajes que cuestan entre 10.000 dólares (9.174 euros) y más de 100.000 dólares (91.743 euros), hay mucho dinero en juego.
Pero no todo el mundo respeta las normas. Las estadísticas presentadas en una reciente reunión anual del Tratado Antártico revelaron que se avistaron 45 yates privados en aguas antárticas sensibles, nueve de los cuales habían visitado la zona sin permiso.
A medida que aumentan las temperaturas globales, la demanda de agua dulce es cada vez mayor. ¿Podría la capa de hielo de la Antártida, que actualmente contiene el 60% del agua dulce del mundo, resolver los problemas de suministro a nivel mundial? Una empresa de los Emiratos Árabes Unidos parece creer que sí. La empresa, dirigida por el empresario Abdula Alshehi, planea remolcar icebergs a 8.000 kilómetros del mar Antártico hasta la costa de Fujairah para extraer agua de ellos.
Según la prestigiosa revista científica británica Nature, un iceberg lo suficientemente grande como para soportar el viaje a los Emiratos Árabes Unidos debería tener al menos 1.250 metros de largo y 600 metros de grosor. Pero esas dimensiones palidecen en comparación con el iceberg más grande del mundo, que fue noticia en el 2023.
Bautizado como A23a (en la imagen), el iceberg más grande del mundo continúa su lento desplazamiento, según informa National Geographic. Se desprendió de la plataforma de hielo Filchner en 1986 y permaneció encallado en el fondo marino durante décadas. En 2020 comenzó a desprenderse a medida que su base se derretía, un proceso natural para los icebergs atrapados en aguas poco profundas.
Actualmente, en 2025, el A23a se encuentra navegando en el océano Austral, dirigiéndose hacia la isla remota de Georgia del Sur, un santuario vital para especies como focas y pingüinos. Se estima que el iceberg, con un tamaño tres veces mayor que la ciudad de Nueva York, podría encallar cerca de la plataforma continental de Georgia del Sur, lo que supone una amenaza para las rutas marítimas y la fauna local.
Este movimiento preocupa a científicos y conservacionistas, que vigilan atentamente su evolución y posibles impactos en el ecosistema antártico y en las vías de navegación internacionales.
Aunque actualmente existe una prohibición de la minería en la Antártida, esta se revisará en 2048. Puede parecer lejano, pero algunos países, como China y Rusia, ya han expresado su interés en revocarla.
Los expertos han comenzado a especular sobre lo que podría suceder en 2048. Ann-Marie Brady, editora de la revista científica The Polar Journal, declaró a ABC News: "Los países participan en la gobernanza del Tratado Antártico, pero se pueden ver muchos casos de planes alternativos y planes de contingencia en los que están trabajando los países".
Mientras tanto, los países se han apresurado a batir récords en el continente. En noviembre de 2023, Norse Atlantic Airlines marcó "un hito en la historia de la aviación con el primer aterrizaje de su Boeing 787 Dreamliner... en el aeródromo de Troll, en la Antártida". Según diversas fuentes periodísticas, se trata del avión más grande que ha aterrizado en la Antártida, aunque la revista económica Forbes ha afirmado que esto "no se sostiene" y Norse Atlantic Airlines no ha hecho tal afirmación.
Pero el tamaño no lo es todo. El avión fue sin duda el primer modelo de este tipo en aterrizar en la Antártida y transportaba 12 toneladas de equipo de investigación destinado al Instituto Polar Noruego.
Cuando se revise el Tratado Antártico en 2048, el futuro del continente olvidado del mundo estará en juego. A medida que el cambio climático ejerce presión sobre los recursos, es probable que se intensifique el interés mundial por todo lo relacionado con la Antártida, desde su vida marina hasta sus minerales. Sin embargo, algunos creen que los retos más importantes se plantearán antes de que finalice el Tratado, ya que las diferentes partes se enfrentan a intereses medioambientales y económicos contrapuestos.
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