Los años cincuenta fueron un periodo de contradicciones: el anhelo por una era de preguerra idealizada chocaba con el impulso de un desarrollo futurista.
A medida que los hombres regresaban de la guerra, las mujeres volvían a desempeñar papeles más domésticos. La población se desplazó a los suburbios, con una vida centrada en el hogar en un contexto de enormes cambios tecnológicos, sociales y económicos. Pero, ¿cómo era el hogar estadounidense típico de los años cincuenta?
Haz clic o desplázate para ver cómo era REALMENTE el hogar estadounidense en la que quizás sea la década estéticamente más icónica del siglo pasado.
Adaptado al español por Alba Mora Antoja, Redactora en Español para loveMONEY.
El final de la Segunda Guerra Mundial provocó un boom financiero en Estados Unidos. Las potencias industriales de las fábricas se habían acelerado para facilitar el esfuerzo bélico, y se habían reorientado hábilmente, aplicando su inmensa capacidad de producción a más bienes nacionales.
Las máquinas que se habían diseñado para producir bombarderos y tanques comenzaron a producir televisores y electrodomésticos. Los estadounidenses estaban más que dispuestos a comprarlos.
Algunos economistas habían predicho con pesimismo una crisis económica, con millones de hombres y mujeres en servicio militar regresando a casa en busca de empleo en un país cuya única industria había pasado a girar en torno a la producción militar. Pero sus temores nunca se hicieron realidad.
La mayoría de los veteranos pudieron encontrar trabajo. En el frente interno, aquellos que habían estado ahorrando durante la guerra (siguiendo el consejo de la Oficina de Administración de Precios del gobierno) estaban deseosos de gastar el dinero en previsión de un futuro más brillante en tiempos de paz.
Según A Consumer's Republic: The Politics of Mass Consumption in Postwar America (La república del consumidor: La política del consumo masivo en la América de la posguerra), los estadounidenses ahorraban, de media, el 21% de sus ingresos disponibles (en comparación con una media del 3% en los años veinte), además de un estricto racionamiento.
Ahora estaban más que dispuestos a derrochar en los artículos y electrodomésticos de lujo que se les habían negado durante la guerra.
Y gracias a la Ley de Reajuste de Militares y a los préstamos respaldados por el gobierno, la propiedad de la vivienda se hizo accesible a las familias de clase media en todo el país. Esto estimuló una ola de construcción y el establecimiento de nuevas comunidades suburbanas.
Estos suburbios construidos expresamente se diseñaron para proporcionar viviendas asequibles en barrios más limpios y seguros, devolviendo el foco cultural a las familias y la vida doméstica.
Los nuevos materiales de construcción fabricados en fábrica, como el acero y el aluminio, permitían construir estas casas de forma más eficiente y asequible que nunca.
El estilo más popular para estas casas producidas en masa fue el rancho moderno de mediados de siglo, caracterizado por techos bajos, planos de planta abiertos y grandes ventanales. La mayoría de las casas tenían puertas de garaje, ya que a finales de la década alrededor del 75% de los estadounidenses tenían coche.
Al igual que otros bienes de consumo de la época, muchas de estas casas se fabricaban en serie. El inmenso poder de producción de la nación se reorientó para satisfacer nuevas necesidades domésticas, incluidas las propias viviendas. Este anuncio es un clásico de la época.
A mayor escala, surgieron por todo el país comunidades como Levittown, una urbanización de más de 17.000 viviendas unifamiliares. El proyecto comenzó en 1947 como la “comunidad planificada prototípica de la posguerra” de Estados Unidos.
En el interior, estas casas se caracterizaban por interiores con estilos dramáticamente divergentes. Los estilos modernos de mediados de siglo que habían comenzado a surgir a finales de los años cuarenta echaron raíces.
Las casas se volvieron más funcionales y menos formales. Ponían énfasis en los nuevos materiales producidos en masa en fábricas, como el cromo, el metal, el vidrio y la fibra de vidrio. Como muestra la portada de esta revista para propietarios de viviendas de 1956, las casas se diseñaron para ser, sobre todo, prácticas.
Aunque menos expuestas al público que otras partes de la casa, los dormitorios eran un escaparate del diseño moderno de mediados de siglo. La elegante y moderna habitación que se muestra aquí presenta muchas de las tendencias más populares de la década, como una paleta de colores amarillo mostaza, una alfombra con motivos geométricos, muebles angulosos y estilizados y elegantes obras de arte orientales.
Este dormitorio en particular también cuenta con otro elemento popular en el diseño arquitectónico de los años cincuenta: las puertas correderas. Proporcionaban transiciones fluidas entre la vida interior y exterior.
Las camas gemelas habían sido la norma en los dormitorios matrimoniales durante gran parte del siglo anterior, supuestamente por razones de salud. De hecho, los médicos victorianos habían advertido que “compartir cama permitiría al que duerme peor agotar la vitalidad del que duerme mejor”, según informó el periódico británico The Guardian.
Pero en los años cincuenta, se empezaron a considerar un indicador de un matrimonio distante o en crisis. Felices o infelices, las parejas volvieron a las camas dobles, lo que subrayó aún más la importancia social de volver a los valores centrados en la familia.
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Durante la década, los baños se volvieron lugares coloridos, con accesorios en alegres tonos de rosa, azul, amarillo y verde, y suelos y encimeras alicatados en colores complementarios.
Los baños modernos, como el que aparece en este anuncio de Kohler Plumbing de 1950, se basaban en algunos de los nuevos materiales producidos en fábrica del auge industrial de la posguerra, como el cromo para los accesorios y el esmalte para los acabados.
Esta instantánea de 1955 demuestra claramente que los baños eran espacios familiares. Mientras el padre se afeitaba, la madre se cepillaba los dientes y su pequeña tomaba un baño, todo al mismo tiempo.
El plano de las nuevas construcciones suburbanas a menudo incluía un solo baño completo, aunque moderno y recién instalado. Eso significaba que familias como esta tendrían que compartirlo cuando se prepararan en las ajetreadas mañanas.
Las cocinas también se convirtieron en espacios coloridos y con accesorios cromados en los años cincuenta, en tonos pastel igualmente festivos como verde azulado, rosa y amarillo. Los suelos de baldosas en forma de tablero de ajedrez eran populares, al igual que los banquetes o rincones de desayuno de color rojo cereza, al estilo de los restaurantes. Mientras, los nuevos materiales como el linóleo y la fibra de vidrio facilitaban la limpieza de los espacios.
Otro elemento popular de la mayoría de las cocinas de mediados de siglo fue el frigorífico Smeg, que, con sus siluetas curvas distintivas y sus tiradores plateados pulidos, ha seguido siendo un sello distintivo de la década hasta nuestros días.
Este cambio dramático en la apariencia fue ilustrativo no solo en el cambio de modas, sino también en la nueva función social que asumieron las cocinas en los años cincuenta.
En décadas anteriores, las cocinas se consideraban espacios puramente funcionales que debían ocultarse a la vista del público y, por lo tanto, no necesitaban accesorios elegantes. En cambio, en los años cincuenta, se transformaron en espacios mucho más sociales donde las familias y los amigos se reunían para ayudar a preparar la comida. El resultado fue un espacio más cohesionado y estilizado y con más espacio.
De acuerdo con las tendencias de la década, las cocinas también se diseñaron para ser minimalistas y eficientes, y surgió una gama de nuevos electrodomésticos para facilitar ambos objetivos.
Además de las empresas europeas que fabricaban frigoríficos y otros aparatos domésticos, los fabricantes estadounidenses como General Electric, Frigidaire y Westinghouse dominaban el mercado de los electrodomésticos de cocina. Por ejemplo, se introdujeron nuevos aparatos como procesadores de alimentos, batidoras eléctricas y el “Assistant” de Electrolux, diseñado para procesar masa.
Para el estadounidense medio, los comedores también se convirtieron en espacios mucho menos formales durante la década. Atrás quedaron los días de largas mesas de comedor de madera oscura y cortinas austeras, sustituidas por alegres estampados geométricos y colores claros.
La teca suplantó a la caoba como la madera preferida por los estadounidenses. Los comedores de las casas de nueva construcción formaban parte de una planta abierta o estaban situados cerca de la cocina para facilitar las comidas familiares, como el que se muestra en la foto.
Las salas de estar siguieron siendo el lugar de reunión familiar durante los años cincuenta. Se convirtieron en el escaparate perfecto para algunos de los elementos de diseño más distintivos de la década, como las líneas limpias, los colores de acento y los muebles llamativos.
Los colores lisos sustituyeron a los estampados que habían dominado estos espacios en décadas anteriores. Las superficies lisas y sencillas se preferían a los detalles más ornamentados.
Otro cambio significativo en los espacios vitales en los cincuenta fue el auge de la televisión, que se convirtió en la pieza central de la mayoría de las salas de estar a finales de la década. La accesibilidad de los televisores se disparó durante esos años. Mientras que solo unos 8.000 hogares estadounidenses tenían uno en 1946, aproximadamente 45,7 millones los tenían en 1960, según datos de la Universidad de Elon.
Los televisores sustituyeron rápidamente tanto a las chimeneas como a las radios como el aparato alrededor del cual se reunía la familia, con los muebles colocados de manera que la pantalla fuera el punto focal de la habitación.
Las familias programaban las comidas y otras actividades en torno a la emisión nocturna de noticias de la cadena CBS, que era de visionado obligatorio para la nación, entre otros programas.
Con un número de canales estrictamente limitado y sin posibilidad de grabar la emisión, las familias se reunían frente al televisor en una práctica casi ritual. El efecto de lo que se conoció como la “Edad de Oro de la televisión” en la cultura estadounidense fue profundo.
Con la llegada de los anuncios entrelazados con programas populares, las empresas minoristas pudieron promocionar artículos para el hogar a un público más amplio que nunca, influyendo en las elecciones de decoración y en las mejoras de los electrodomésticos.
Las comedias de situación como Te quiero, Lucy y los westerns como La ley del revólver (que fue tan popular que se emitió durante 20 años) atrajeron a millones de espectadores semanales. Programas como El show de Donna Reed y Leave it to Beaver ayudaron a cultivar la imagen de cómo debería ser la familia estadounidense “perfecta”.
Los televisores no fueron la única tecnología que invadió los espacios domésticos. Los hornos de convección, que se inventaron técnicamente en 1914, se lanzaron comercialmente en 1945 con la llegada del horno Maxson Whirlwind.
En 1950, la mayoría de las cocinas contaban con un horno de convección, que se consideraba un avance histórico en la tecnología culinaria y un precursor de la freidora de aire moderna.
Estos hornos eran capaces de descongelar una cena en la mitad de tiempo que un horno normal gracias al ventilador de la parte trasera que aumentaba la circulación del aire. Además, también eran especialmente útiles para descongelar comidas congeladas.
Las comidas congeladas se introdujeron en el mercado estadounidense en 1954. Tuvieron un éxito inmediato gracias a su fácil preparación. Además, su envase las hacía fáciles de disfrutar sentado frente al televisor.
Puede que las comidas congeladas fueran una buena compañía para el cada vez más popular pasatiempo nacional de ver la televisión. No obstante, entraban en conflicto con el énfasis en los valores familiares tradicionales, reduciendo los roles domésticos de las mujeres y permitiéndoles entrar en la fuerza laboral.
Muchos hombres escribieron a la empresa Swanson, el principal proveedor de cenas congeladas, quejándose de la falta de comidas caseras.
Otro avance clave en la disminución de la carga de trabajo doméstico de las mujeres fue la aspiradora. Aunque ya era un elemento básico en casi todos los hogares de clase media estadounidenses, en los años cincuenta, se introdujeron varias características nuevas que aumentaron la comodidad y la eficiencia.
Esto incluía bolsas de aspiradora desechables, cables más largos y una nueva gama de accesorios para tapicería y esquinas difíciles.
A finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, muchos fabricantes estadounidenses, como General Electric y The Hoover Company, introdujeron una gama de lavadoras automáticas que competían entre sí. Hacían que lavar grandes cantidades de ropa fuera más rápido y fácil.
La popularidad de las lavadoras eléctricas creció durante los años cincuenta. La economía próspera y la cultura de consumo entusiasta hicieron que la mayoría de los hogares tuvieran una a finales de la década.
Algunas mujeres que no podían incorporarse plenamente al mercado laboral debido a sus responsabilidades domésticas. Sin embargo, su independencia económica recibió gratamente una innovación: los tápers.
Estos recipientes de plástico eran una tecnología de vanguardia para la época, ya que permitían que los alimentos se mantuvieran frescos en el refrigerador durante más tiempo que nunca antes.
Sin embargo, durante los años cincuenta y sesenta, la única forma de comprar estas brillantes innovaciones era en las fiestas Tupperware, que convirtieron a las amas de casa en un ejército de vendedoras por todo Estados Unidos.
Mujeres ambiciosas transformaron sus salas de estar en negocios organizando fiestas en las que los invitados hacían sombreros ridículos o jugaban a juegos de sociedad con el producto. Luego, rellenaban un formulario de pedido para su propio suministro.
En los años cincuenta, también se produjo una obsesión nacional por la tecnología futurista. Cuando la carrera espacial comenzó en serio y los estadounidenses volvieron la mirada hacia el cielo, los límites de la innovación tecnológica parecían ilimitados. Artistas e ingenieros por igual comenzaron a fantasear sobre cómo sería la tecnología doméstica del futuro.
Por ejemplo, este prototipo de 1959 para la “Forecast Music Sphere” fue diseñado como un sistema estereofónico de alta fidelidad teórico del futuro. El dispositivo fue creado por Lester Beall para la colección de The Aluminum Company «Designs of Tomorrow», pero nunca superó la fase de prototipo.
La cocina “Atoms for Living” de Kelvinator era una visión audaz del futuro, diseñada para introducir características innovadoras de 10 a 15 años por delante.
Las innovaciones previstas incluían una unidad de almacenamiento que mantenía los alimentos frescos utilizando energía atómica, una cocina electrónica con espejo y un lavavajillas ultrasónico que podía funcionar como isla de cocina con solo pulsar un botón.
Sin embargo, al igual que la “Forecast Music Sphere”, la cocina “Atoms for Living” nunca llegó a materializarse.
A pesar de todos estos avances, todavía existía una tremenda presión sociocultural para que las mujeres volvieran a la esfera doméstica.
Cuando los hombres estadounidenses fueron a la guerra en 1941, las mujeres habían entrado en masa en la fuerza laboral para ocupar su vacío. Ayudaron al esfuerzo bélico y apoyaron cada vez más profesiones tradicionalmente masculinas, como constructores navales, camioneros y remachadores.
Cuando terminó la guerra, se hizo hincapié en las responsabilidades de esposa y madre y en convertirse en el ama de casa “perfecta”.
Aunque en los años inmediatamente posteriores a la guerra muchas mujeres volvieron a desempeñar funciones domésticas, a principios de los cincuenta, se aventuraron de nuevo en el lugar de trabajo. Incluso empezaron a involucrarse en la política estatal y local, un cambio social que causó preocupación.
Y así nació la imagen fabricada comercialmente de la “ama de casa feliz”, la mujer que mantenía su hogar limpio, su familia bien alimentada, su chequera equilibrada, y lo hacía todo luciendo bella y sin esfuerzo.
Y esta imagen era difícil de ignorar. El concepto de la felicidad doméstica impulsada por las mujeres se promovía entre las mujeres de casi todas partes. Los anuncios de televisión y los anuncios impresos se dirigían a las consumidoras, sugiriendo que podían comprar su camino hacia la perfección adquiriendo ciertos productos.
Basta con mirar este anuncio de frigoríficos que muestra a un dúo de madre e hija sonrientes y bien vestidas mostrando su elegante frigorífico rosa bien surtido. ¿Quién no querría su vida?
El gobierno, deseoso de estabilizar la economía y conseguir empleo para los veteranos, convenció a las mujeres para que abandonaran la fuerza laboral propagando la idea del “ama de casa perfecta” en folletos y campañas políticas.
Incluso programas de televisión populares como Papá lo sabe todo y The Adventures of Ozzie & Harriet se centraron en la idea de las mujeres como “amas de casa perfectas”.
Aunque el final de la Segunda Guerra Mundial fue un alivio, solo fue un respiro de corta duración del conflicto internacional.
1947 marcó el comienzo de la Guerra Fría, un conflicto geopolítico entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Aunque nunca llegó a convertirse en una guerra abierta, ensombreció gran parte de los años cincuenta con la amenaza constante de un ataque nuclear.
Anuncios como este, que representan “casas resistentes a las explosiones para la era atómica”, sugieren lo extendida que estaba esta preocupación en la sociedad de entonces.
Aunque pocos estadounidenses invirtieron en casas de hormigón a prueba de explosiones, muchos estaban al menos preparados para mudarse a refugios antinucleares de nueva construcción. En la foto, una familia de Long Island sentada acurrucada en un refugio antiaéreo subterráneo “Kidde Kokoon” construido junto a su casa en 1955.
En un esfuerzo por calmar el miedo a un ataque nuclear, la Administración Federal de Defensa Civil repartió 500 millones de folletos que mostraban a la familia estadounidense idealizada viviendo cómodamente en su refugio antinuclear.
Transmitía el mensaje aprobado por el gobierno que sustentó la década: la familia unida, organizada y totalmente estadounidense estaría bien, incluso en caso de lluvia radioactiva.
Otro acontecimiento decisivo de los años cincuenta fue el baby boom, el período comprendido entre 1946 y 1964. Durante ese período, nacieron 76 millones de bebés, según la Oficina de Referencia de Población. Esta nueva generación de “boomers” constituía el 40% de la población.
Algunos historiadores han argumentado que el baby boom nació del deseo de volver a la normalidad después de años de depresión y guerra. Otros han afirmado que fue impulsado por una campaña de la Guerra Fría para aumentar la población y superar en número a los comunistas.
Sea cual sea la causa, la vida familiar se convirtió en el estilo de vida dominante de la década. El baby boom fue de la mano de la migración masiva a los suburbios, ya que las familias jóvenes querían más espacio para vivir y criar a sus hijos.
Las urbanizaciones como esta en Alexandria, Virginia (Estados Unidos), se convirtieron en la norma, con un nuevo nivel de uniformidad entre las propiedades, sus caminos de entrada perfectamente rectos y sus céspedes cuidadosamente mantenidos.
Los barrios se convirtieron rápidamente en comunidades muy unidas, donde los niños y niñas podían montar en bicicleta por calles perfectamente delimitadas y los padres y madres podían reunirse para más encuentros sociales de adultos.
Era la época de las comidas compartidas, los picnics, las barbacoas y los cócteles, que reforzaban aún más los ideales sociales de cómo debía ser un hogar perfecto.
A medida que evolucionó a lo largo de la década, esta nueva cultura social suburbana siguió dando forma al aspecto de los hogares. El “encanto de lo exterior” se convirtió en un símbolo de estatus y un motivo de orgullo, lo que inspiró a los estadounidenses a dedicar más tiempo y dinero al mantenimiento de los exteriores de sus casas.
En el interior, los espacios domésticos continuaron evolucionando para adaptarse a sus nuevos roles de género. Las cocinas eran más grandes, lo que enfatizaba la importancia de la ama de casa y sus responsabilidades como anfitriona. Mientras, los garajes y los sótanos se convirtieron en el “dominio de papá”, el lugar al que podía retirarse para hacer proyectos y no estorbar a su esposa.
Por supuesto, esta imagen propagada de la familia “perfecta” era extremadamente heteronormativa, extremadamente blanca y extremadamente defectuosa.
Fiscalmente hablando, presentaba la idea de que todas las familias eran de clase media alta, pero la realidad era que la prosperidad económica de la década trajo consigo una mayor desigualdad de riqueza.
Aunque retrató con precisión estas nuevas utopías suburbanas como casi exclusivamente blancas, no reconoció que la razón de esto fue la segregación impuesta legal o socialmente.
Aunque la segregación se asocia normalmente con el sur, la realidad es que la segregación estaba mucho más extendida. Los estados del sur tenían las leyes Jim Crow, una legislación introducida a finales del siglo XIX y principios del XX. “Jim Crow” era un término utilizado para referirse a un afroamericano.
Las últimas de estas leyes se derogaron en 1965, pero mientras estuvieron en vigor hicieron que fuera peligroso para los afroamericanos alejarse de sus barrios, entrar en negocios propiedad de blancos o utilizar servicios básicos como el transporte público.
En la foto, una adolescente de Little Rock, Arkansas (Estados Unidos), se vio obligada a recibir sus lecciones en casa a través de la televisión durante el periodo en que las escuelas estaban cerradas para evitar la integración.
Incluso en partes del país donde no era legalmente aplicable, las regulaciones racistas, los precios prohibitivos y los estigmas sociales mantenían a los afroamericanos fuera de los barrios blancos, relegándolos con frecuencia a zonas de la ciudad con menos recursos y servicios.
Aunque la Ley de Derechos Civiles de 1964 prohibió todas las formas de segregación, estas leyes eran difíciles de hacer cumplir y muchas comunidades las ignoraban abiertamente.
La segregación voluntaria o impuesta social y fiscalmente se mantuvo durante los años cincuenta y hasta bien entrada la década siguiente.
A medida que la Guerra Fría se intensificaba a lo largo de la década, el impulso hacia el “americanismo total” adquirió un trasfondo amenazante.
El miedo generalizado a la influencia y el espionaje soviéticos llevó al ascenso del senador Joseph McCarthy. Lideró una campaña contra individuos de izquierdas de los que sospechaba que eran comunistas.
El resultado fue una mayor presión para parecer patriota, lo que podía hacerse adhiriéndose a las normas sociales de la familia nuclear de clase media. Aunque, como se ve aquí, muchos estadounidenses decoraron sus casas con banderas estadounidenses por si acaso.
En los años cincuenta, los y las adolescentes se convirtieron en un grupo socialmente diferenciado, con una independencia recién descubierta impulsada por su propio poder adquisitivo y la omnipresencia del automóvil.
Surgió toda una gama de productos y actividades para atender los intereses de los jóvenes, que no tardaron en gastar en cosas como discos de rock and roll y entradas para autocines.
Dentro del hogar, los niños y niñas empezaron a labrarse sus propios espacios, convirtiendo los dormitorios en santuarios para escuchar sus discos favoritos en privado, y las salas de estar en salones de baile para practicar los últimos pasos con sus amistades.
En los años cincuenta, se produjo el inicio de un cambio económico, cultural y social sustancial que daría forma al aspecto y el funcionamiento de la vida doméstica durante la segunda mitad del siglo. Sin embargo, solo sirvió para preparar el escenario para transformaciones domésticas más dramáticas en las décadas siguientes.
La política de género, el rock and roll y los derechos civiles hervían a fuego lento bajo la superficie, listos para desencadenar una revolución cultural mientras Estados Unidos se preparaba para entrar en los “Swinging Sixties”.
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