La finca palaciega de Miramar, en Rhode Island (Estados Unidos), se construyó desde el dolor. Fue terminada en 1915 por la notable superviviente del Titanic Eleanor Elkins Widener. Es un monumento a su marido, que se hundió, junto con el hijo mayor de la pareja, en el famoso transatlántico.
Inspirada en la arquitectura francesa del siglo XVIII, la mansión de la Edad Dorada ha sido, en gran medida, una residencia privada a lo largo de su historia, pero, hoy en día, es posible echar un vistazo a su interior.
Haz clic o desplázate para explorar Miramar y adentrarte en su trágico, pero glorioso pasado.
Adaptado al español por Sara Piquer Martí, Editora en Español para loveMONEY.
Miramar fue adquirido recientemente por el jefe del capital privado Stephen Schwartzman en 2021 por 27 millones de dólares (unos 25,1 millones de euros), la segunda venta más alta de la historia de Newport (Estados Unidos).
El multimillonario estadounidense es un apasionado de la arquitectura y de los edificios de importancia cultural, así que podemos suponer que el monumento neoclásico está en buenas manos.
Pero, ¿cómo llegó a ser la casa que es hoy en día? Su historia, te impactará...
Te presentamos a los Widener, el magnate de Filadelfia George y su esposa Eleanor, vistos aquí en 1910. Como una de las parejas más ricas de Estados Unidos, era natural que quisieran construir una residencia de verano en el elegante Newport, el lugar de veraneo de la élite estadounidense en Rhode Island.
En 1911, George encargó al cotizado arquitecto de la Edad Dorada Horace Trumbauer (también en la foto de la derecha) que diseñara una "casita de verano" en un terreno que había comprado con vistas al estrecho de Rhode Island, en Newport.
George y Eleanor compartían un gran interés por la arquitectura, el arte y el mobiliario francés. En 1912 decidieron hacer un largo viaje a Francia para buscar muebles de lujo para su propiedad y también para buscar a un chef que quisiera trabajar en el nuevo hotel Ritz-Carlton de George en Filadelfia.
Trumbauer ya había diseñado dos de las mansiones más espléndidas de Newport, The Elms y Clarendon Court, la antigua casa de Claus y Martha "Sunny" von Bulow, que se vendió por la cifra récord de 30 millones de dólares (27,9 millones de euros), según el periódico local The Newport Daily News.
El arquitecto había sido contratado en la década de 1890 por el padre de George, el magnate de los tranvías Peter A.B.Widener, para diseñar la mansión Lynnewood Hall, de 110 habitaciones, terminada en 1900 y que es la mayor mansión de la Edad Dorada que sigue en pie en la zona de Filadelfia.
En un cruel giro del destino, el patriarca Widener invirtió en la compañía matriz de White Star Line, la empresa que construiría el Titanic, en el que perecieron su hijo y su nieto.
Eleanor Elkins Widener era hija del magnate de los tranvías William Lukens Elkins que, a su vez, era socio comercial del padre de su marido. Eleanor fue una mujer rica de la que también se decía que era una de las mujeres más bellas de Filadelfia.
Creció en Elstowe Manor, en la finca Elkins, también diseñada por Horace Trumbauer, cerca de Lynnewood Hall, la casa de vacaciones de su futuro marido, George Widener. Así que no fue ninguna sorpresa que la pareja se casara en una fastuosa ceremonia en 1883.
La valiente heredera afrontó las pruebas y tribulaciones de su vida con valentía y, además, fue una gran filántropa ya que donó millones a causas benéficas.
George y Eleanor emprendieron un viaje por Europa a principios de la primavera de 1912 con su ayuda de cámara, su doncella y su hijo mayor, Harry. Harry, devoto bibliófilo, planeaba viajar a Londres y comprar primeras ediciones raras para añadirlas a su preciada colección de tomos.
La pareja estaba ansiosa por volver a tiempo para la boda de su única hija, también llamada Eleanor, para la que se había organizado un fastuoso acontecimiento en Lynnewood Hall.
Tras dos meses de ausencia, reservaron los camarotes de primera clase C-80/82 para el viaje inaugural del Titanic, y el grupo zarpó de Cherburgo el 10 de abril.
Lamentablemente, todos sabemos lo que ocurrió hacia las 2:30 de la madrugada, cinco días después.
Tras la catastrófica colisión del Titanic con un iceberg, Eleanor y su doncella, Amalie Gieger, consiguieron plaza en el bote salvavidas nº 4 para ponerse a salvo, mientras que George y su hijo Harry, así como su ayuda de cámara, Edwin Keeping, permanecieron a bordo para ayudar. Ambos perdieron la vida en el accidente.
Según la Enciclopedia del Titanic, Harry se negó a subirse a un bote salvavidas cuando le instó a hacerlo su compañero de primera clase William Carter, diciendo que "...se quedaría en el barco grande... y se arriesgaría...". El joven se hundió con el barco y fue alabado por su desinteresado valor de caballero.
Se dice que Eleanor entró en coma tras tropezar en la pasarela del barco de rescate Carpathia cuando regresaba a casa. Se recuperó en Lynnewood Hall, rodeada de su familia, según informó el periódico The Philadelphia Inquirer.
Desconsolada, pero resuelta, Eleanor se comprometió a terminar la mansión en memoria de su marido. También mandó reconstruir una iglesia histórica para recordarle.
Ahora, vamos a adentrarnos en la mansión-memorial y empecemos el recorrido...
Inspirado en la arquitectura neoclásica francesa, el "petit palais" de 27 habitaciones y 14 baños empezó a construirse en 1913 y tardó dos años en terminarse. Llamado Miramar, por las gloriosas vistas al mar, su exterior se inspiró en la fachada del L'Hôtel de Cassini de París, del siglo XVIII.
En honor a su difunto hijo, amante de los libros, Eleanor financió la Biblioteca Harry Elkins Widener de la Universidad de Harvard, su alma mater, y encargó el diseño del edificio a su arquitecto Trumbauer.
Con una extensión de casi 9.500 metros cuadrados, la asombrosa mansión americana se terminó de construir en 1915 con un coste de 1,5 millones de dólares (unos 1,4 millones de euros), que valdrían 47,6 millones de dólares (unos 44,3 millones de euros) ajustados a la inflación.
En su día, las 42 ventanas de piedra caliza de la mansión se sombreaban con toldos para evitar que los preciosos tapices se decoloraran. Se dice que el trabajo de un criado consistía en sentarse en el vestíbulo y vigilar el sol como un halcón, bajando y subiendo los toldos según su posición en el cielo para que la casa no estuviera siempre a oscuras.
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La mansión tenía todas las comodidades e incluso contaba con un amplio patio de servicio y garajes que albergaban 16 limusinas Rolls-Royce, que se rumorea que los obreros pulían a la perfección todos los días.
Otras instalaciones incluían invernaderos, una casa de hielo, una casita para el jardinero jefe y una casa bijou cerca de la parte delantera de la finca.
El magnífico vestíbulo de entrada era un espectáculo para la vista. Los interiores de la gran casa señorial son obra de la firma parisina Carlhian & Cie, y muchos de los muebles fueron adquiridos por el legendario marchante de arte Joseph Duveen, 1er Barón Duveen, entre cuyos clientes se encontraban otras familias ricas norteamericanas, como los Astor y los Vanderbilt.
Este espacio, como los demás salones, es un asunto extravagante, con un elegante suelo de mármol, columnas iónicas de piedra de Caen y elaborados adornos de Bellas Artes.
Eleanor conoció al profesor y explorador de Harvard Alexander H. Rice Jr. en la inauguración de la biblioteca de su hijo, en junio de 1915, y se dice que se enamoró perdidamente del intrépido académico.
Ni que decir tiene que la pareja se involucró sentimentalmente, aunque mantuvieron en secreto la verdadera naturaleza de su relación durante algún tiempo.
En agosto, Eleanor organizó un espectacular baile de inauguración en Miramar para 500 invitados VIP. Aclamado por el periódico New York Times como el acontecimiento social del verano, la extravagancia incluyó un banquete de lujo en una carpa levantada especialmente para la fiesta.
Por la noche, tres orquestas tocaron mientras los invitados bailaban en el salón de baile y en la terraza, donde se maravillaron ante árboles decorados con impresionantes iluminaciones eléctricas, toda una novedad en aquella época, así como grandes jaulas con canarios cantando en su interior.
Leonor y Alejandro se casaron en octubre de 1915, manteniendo su romance en secreto hasta el último momento.
El espacio más impresionante de la propiedad, el vasto salón de baile o gran salón, está basado en un camarote del castillo de Louveciennes, a las afueras de París.
Su esplendor es innegable, gracias a las arañas de cristal, los paneles de boiserie dorada Luis XVI de las paredes, el suelo de parqué de Versalles y las chimeneas ornamentadas.
Sin embargo, en la época de esplendor de la casa, la habitación habría tenido un aspecto aún más grandioso.
Su suntuoso mobiliario y decoración incluía cinco tapices gobelinos de François Boucher, una alfombra persa que en su día decoró el Gran Palacio Mogol de Delhi y algunas de las porcelanas de Sèvres más exquisitas jamás producidas.
A lo largo de los años, la sala fue escenario de muchas fiestas brillantes. Eleanor y Alexander eran unos anfitriones consumados y su baile anual de la Semana del Tenis se consideraba uno de los acontecimientos más destacados del calendario social.
La pareja también pasaba mucho tiempo en Nueva York y encargó al arquitecto Horace Trumbauer que les diseñara una casa adosada que terminaron en 1923.
Uno de los aspectos más destacados de la propiedad, el comedor, increíblemente decorado, es uno de los mejores de EE. UU.
Diseñado para albergar hasta 50 comensales, el espacio está inspirado en los salones de recepción del Palacio de Versalles y revestido con paneles de mármol policromado que se fabricaron en Francia en el siglo XVIII.
La imponente chimenea de mármol y la consola, por no hablar de la decoración en relieve dorada de las paredes, ya son de por sí deslumbrantes, pero la pièce de résistance de la sala es el magnífico tapiz dorado de Gobelinos.
Fechado en el siglo XVIII, el preciado tejido de lana y seda representa dos escenas de la novela clásica española Don Quijote.
La sala también contenía obras de arte de la Colección Morgan, que anteriormente se habían expuesto en el Museo Metropolitano de Arte.
En comparación con esta antigua foto del comedor, puedes ver que el espacio se ha conservado maravillosamente.
Incluso las lámparas de araña siguen en su sitio, aunque muchos de los muebles originales de la mansión se vendieron o legaron hace décadas.
Explorador errante, Alejandro se iba a menudo de excursión a algún lugar lejano, y su esposa le acompañó en numerosas ocasiones, una de ellas en un viaje por el Amazonas, en el que se dice que el grupo "repelió un ataque de salvajes y mató a dos caníbales en la refriega", según la Enciclopedia Titanica.
De hecho, Eleanor se convirtió en toda una aventurera, aunque sus agallas ya se habían puesto de manifiesto durante el desastre del Titanic, cuando se dice que agarró los remos del bote salvavidas y ayudó a ponerlo a salvo.
Mostrada aquí poco después de terminada la mansión, la sala de recepción se revistió con paneles de caoba de principios del siglo XVII tomados de una casa señorial de Francia.
A continuación está la cocina. Este espacio en galería tiene armarios de madera hechos a medida y una robusta mesa que bien podrían ser originales de 1915, además de lujosas encimeras de mármol extragrueso.
Durante un tiempo, la cocina estuvo a cargo de un formidable chef francés, que al parecer se negaba a cocinar en otro material que no fuera madera y del que se rumorea que mantuvo una amarga y larga disputa con el mayordomo.
El salón tiene un mural en bajorrelieve que representa a lo que parece ser Diana, la diosa de la caza, y actualmente sirve de bar y sala de juegos.
Las piezas más destacadas del espacio son la araña de cristal, la enorme barra de madera tallada, la mesa de billar y una selección de sillas y sofás franceses del siglo XVIII.
Ubicada en una luminosa logia, la sala de desayunos ofrece sublimes vistas del océano a través de sus múltiples puertas francesas arqueadas y se mece en un techo abovedado para mayor dramatismo.
El suelo de mármol dorado y blanco en forma de telaraña complementa a la perfección el espacio, al igual que la decoración de las paredes con pilastras y festones y la lámpara de araña circular.
Este es el aspecto que tenía la habitación cuando Leonor y Alejandro residían en ella. Observa la fina alfombra persa que cubre el suelo.
Aunque los elementos originales han sobrevivido intactos, incluida la lámpara de araña, los muebles de entonces han desaparecido, aparte de la mesa redonda del centro.
Si subes a la planta superior, no dejarás de sorprenderte por la amplia escalera y la elegante barandilla de hierro forjado, acentuada con detalles dorados.
Eleanor apreció las cosas bellas de la vida hasta el final, y murió en 1937 haciendo una de las cosas que más le gustaban: ir de compras. La heredera de la Edad Dorada sufrió un infarto mortal a los 69 años mientras curioseaba en unos grandes almacenes parisinos.
Ahora llegamos a la suite principal. Leonor dejó la increíble mansión y una fortuna de 230 millones de dólares en dinero de hoy (unos 214 millones de euros) a un fideicomiso en beneficio de su marido y de su hijo e hija supervivientes, que debían heredarla a la muerte de Alejandro.
El adinerado viudo siguió disfrutando de la buena vida en la mansión que había construido su difunta esposa.
Según el censo de 1940, el profesor vivía a cuerpo de rey en la residencia de Nueva York que había compartido con Leonor y era atendido por 19 criados, según el periódico The New York Times, que casi con toda seguridad habrían viajado con él a Miramar durante la temporada de verano.
Alejandro también contaba con un equipo de 17 jardineros para cuidar los jardines.
Aquí tienes otra de las preciosas habitaciones. Con el tiempo, el profesor volvió a casarse y siguió veraneando en Miramar, donde murió en 1956, según informó The New York Times. Según el testamento de Eleanor, la mansión pasó a sus hijos supervivientes.
Éstos optaron por no hacerse cargo de ella y acabaron donando la propiedad a la Diócesis Episcopal de Rhode Island, que la convirtió en un centro de retiros y conferencias.
En 1964, la diócesis vendió la propiedad a Roy y Ruth Penner, que crearon la escuela privada Miramar School for Girls, en la que alumnas privilegiadas ocupaban los lujosos dormitorios de la mansión.
La escuela cerró en 1969 y la mansión se vendió a una empresa llamada C J Stevens Corp en 1969.
El siguiente dormitorio al que llegamos tiene unas maravillosas ventanas de doble aspecto y puertas de esquina curvadas.
Los registros del periódico local The Newport Daily News dicen que C J Stevens Corp vendió la finca a Miramar Realty Corp en 1970 y que al año siguiente el promotor inmobiliario Andrew Panteleakis la compró por $118.000.
Eso equivale a "solo" 915.000 dólares de hoy (unos 851.000 euros), por lo que Panteleakis evidentemente se embolsó la ganga del siglo.
Ahora, echemos un vistazo a los terrenos, que incluyen esta bonita casa de carruajes y una pista de tenis.
Panteleakis utilizó Miramar como residencia privada y sede de su empresa hasta 2006, cuando la vendió al ex socio de Goldman Sachs David B. Ford por 17,1 millones de dólares (unos 15,9 millones de euros).
Aunque estaba lejos del precio inicial de 25 millones de dólares (19,5 millones de libras, unos 18,1 millones de euros), en aquel momento la transacción batió el récord de la casa familiar más cara vendida en Rhode Island, según la revista estadounidense Town & Country.
Ford invirtió mucho dinero en restaurar la propiedad y recrear la estética original en la medida de lo posible, recurriendo a los servicios del historiador de arquitectura John Tschirch y otros expertos en conservación para supervisar el proceso.
Además de renovar la mansión, Ford trabajó para restaurar el Arboreto de Miramar, que abarca las casi 20 hectáreas de terreno de la finca.
Los jardines de rosas francesas de plantación formal fueron diseñados por el renombrado paisajista Jacques Gréber y mantenidos por un equipo de 17 jardineros, pero aún no se han recreado.
No obstante, la cuidadosa restauración de Ford es de primera categoría, y no es de extrañar que Miramar se vendiera en septiembre de 2021 por el espectacular precio de 27 millones de dólares (unos 25,1 millones de euros), con lo que el ex banquero, fallecido en 2020, obtuvo un suculento beneficio.
Los nuevos propietarios, Stephen y Christine Schwarzman (en la foto), parecen estar echando raíces. El fundador y consejero delegado de la empresa de capital riesgo Blackstone es la 34ª persona más rica del mundo. Están llevando a cabo una amplia renovación histórica de la casa, sustituyendo las fachadas y ventanas de piedra caliza y transformando la antigua casa de carruajes en una casa de piscina y zona de recreo.
Además, la pareja ya se ha ganado el cariño de los residentes locales financiando las reparaciones de un tramo del pintoresco Cliff Walk de Newport, que discurre por detrás de Miramar, listo para la temporada de verano de 2024.
Se rumorea que compraron la mansión adyacente Ocean View más o menos al mismo tiempo que Miramar, por el módico precio de 16 millones de dólares (unos 14,9 millones de euros). Tal vez planeen convertirla en una casa de invitados para poder quedarse con Miramar.
Ocean View, que se ve a la izquierda, hace que sean vecinos del multimillonario Larry Ellison, la quinta persona más rica del mundo. Compró Beechwood, una mansión de la Edad Dorada en la avenida Bellevue, en 2010. El cofundador de Oracle posee cuatro propiedades en la zona, incluida Seacliff, una finca adyacente a Beechwood.
Son varias las personas famosas (al menos en Estados Unidos) que también se están mudando a la zona, como el presentador de TV y humorista Jay Leno, que compró Seafair en 2017 o el personaje televisivo Judy Sheindlin (conocida como la jueza Judy), que adquirió la mansión de Newport "The Bird House" en 2019 por 9 millones de dólares (unos 8,4 millones de euros). ¿Podría ser éste el amanecer de una nueva Edad Dorada?
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