Estados Unidos y China se enfrentan en una guerra tecnológica en toda regla, en una carrera por ganar terreno en todos los campos relacionados con la tecnología: desde los semiconductores hasta la inteligencia artificial y la computación cuántica. La República Popular va a por todas para derrocar a su archirrival como líder mundial de la innovación, mientras que Estados Unidos contraataca imponiendo estrictos controles a la exportación y aranceles punitivos para detener el desarrollo chino y conservar su codiciada corona.
Mientras las dos potencias compiten por controlar el futuro, sigue leyendo para descubrir cuándo empezó la guerra tecnológica, cómo les va a los adversarios en áreas clave y qué nación va actualmente en cabeza.
Todas las cantidades están en dólares estadounidenses, las cifras en euros son conversiones aproximadas que podrían cambiar.
Adaptado al español por Sara Piquer Martí, Editora en Español para loveMONEY.
El origen de la guerra tecnológica se remonta a 2015, cuando Pekín desveló Made in China 2025, su plan superambicioso para convertir a la República Popular en líder mundial de la innovación y fuerza dominante en la fabricación de alta tecnología.
El plan fue una llamada de atención para los legisladores estadounidenses, que ya estaban preocupados por la política exterior cada vez más asertiva de China. Como ha señalado Enrique Feás, Investigador principal del Real Instituto Elcano, la primacía tecnológica podría acabar traduciéndose en primacía militar.
La perspectiva de que una China beligerante se convierta en el estado con la tecnología más abanzada pareció preocupar bastante en Washington...
La administración Obama puso en marcha una investigación sobre el gigante chino de las telecomunicaciones ZTE, acusado de burlar las sanciones y exportar ilegalmente tecnología estadounidense a Irán y Corea del Norte. El tema tomó más importancia cuando Donald Trump se convirtió en presidente en 2016.
Al año siguiente, ZTE recibió una multa enorme. A continuación, la administración Trump centró su atención en Huawei, empresa que fue acusada de espionaje y otros temores relacionados con la seguridad nacional.
La Ley de Inteligencia Nacional de China de 2017 puso de manifiesto estos temores. Exige que las empresas chinas y sus filiales que operan en el país y en el extranjero entreguen datos al gobierno si se les ordena hacerlo.
Posteriormente, Huawei fue incluida en la Lista de Entidades para aislarla de la tecnología estadounidense y se le prohibió de hecho participar en la red 5G de Estados Unidos, junto con otras cuatro empresas chinas, incluida ZTE.
Nota: La Lista de Entidades es un documento recopilado por el gobierno de organizaciones, empresas y personas extranjeras que Estados Unidos considera preocupantes para la seguridad nacional; los nombres destacados pueden ser objeto de restricciones y requisitos.
En 2018, el presidente Trump impuso duras sanciones a productos chinos por valor de 60.000 millones de dólares (unos 56.000 millones de euros), empezando por los paneles solares, en un intento de desafiar el dominio de China en este ámbito vital de la tecnología verde.
Ese mismo año, Trump apuntó a la industria china de semiconductores, bloqueando la adquisición del fabricante estadounidense de chips Lattice por un fondo de capital chino respaldado por el Estado. Estados Unidos también prohibió las exportaciones al fabricante chino de chips Fujian Jinhua Integrated Circuit Co, al que había acusado de robar tecnología estadounidense.
Los chips avanzados están en el centro de la guerra tecnológica, impulsando casi todas las tecnologías emergentes imaginables.
La administración Trump impuso controles a la exportación a las fundiciones extranjeras de chips que utilizan equipos estadounidenses, con el fin de privar a China de los elementos esenciales que necesita para crear sus propios semiconductores de alta gama.
Los controles entraron en vigor en 2020, mientras Pekín aumentaba su inversión en tecnología en la friolera de 1,4 billones de dólares (unos 1,3 billones de euros). Ese mismo año, Estados Unidos decidió que el mayor fabricante de chips de China, SMIC, era una empresa militar controlada por el Partido Comunista Chino y la incluyó en la Lista de Entidades.
El presidente Biden ha sido aún más proactivo a la hora de obstaculizar los objetivos tecnológicos de China.
Además de aumentar los aranceles sobre la tecnología verde china -incluidos los paneles solares, los vehículos eléctricos y las baterías de iones de litio-, la actual administración estadounidense ha ampliado las restricciones a la exportación de semiconductores y tecnología relacionada. Todo ello mientras apuntala la industria nacional con la Ley CHIPS y de Ciencia, de 280.000 millones de dólares (unos 260.000 millones de euros), para garantizar que Estados Unidos se mantiene en la cima.
Y en vísperas de las elecciones presidenciales de este año, tanto el presidente Biden como el ex POTUS Trump están hablando con dureza en lo que respecta a China.
La guerra tecnológica forma parte del esfuerzo primordial de Estados Unidos por desvincularse de China, aunque, como explicó el año pasado la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, una desvinculación completa es "prácticamente imposible" y, de producirse, trastornaría los mercados mundiales.
Los analistas están divididos sobre si Estados Unidos puede salir victorioso en última instancia. Mientras que algunos expertos creen que el dominio de China es inevitable, otros han especulado con que podría caer en la temida trampa de la tecnología media, a medida que Estados Unidos y sus aliados bloqueen el acceso a los materiales que la nación necesita para ascender en las cadenas de valor.
Con todo esto en mente, veamos cuál es la situación actual de las dos naciones rivales en las áreas tecnológicas clave...
En 2015, el gobierno chino situó los semiconductores en el centro de su plan "Made in China 2025", fijando a los fabricantes de chips nacionales el ambicioso objetivo de producir el 80% de los semiconductores del país para 2030. Pero eso fue antes de que Estados Unidos tomara medidas para privar a China del equipo que necesita para fabricar chips avanzados.
Los semiconductores de más alta tecnología se fabrican con máquinas de litografía ultravioleta extrema (EUV). Solo las fabrica una empresa, la holandesa ASML, a la que se impide exportar su valioso equipo a China.
Los fabricantes de chips de la República Popular están atascados con máquinas más antiguas de ultravioleta profundo (DUV). Sin embargo, éstas aún pueden producir semiconductores avanzados. El año pasado, por ejemplo, SMIC lanzó un chip de 7 nanómetros, mientras que Huawei está desarrollando un chip de 3 nanómetros. Si lo consiguen, sería el chip más avanzado actualmente disponible.
Estados Unidos, antaño líder mundial, ha quedado rezagado frente a países como Taiwán y Corea del Sur en lo que respecta a la producción de semiconductores. Sin embargo, sigue siendo el líder mundial en diseño e innovación de chips.
Como hemos mencionado, el gobierno de Biden aprobó en 2022 la Ley CHIPS y de Ciencia, de 280.000 millones de dólares (unos 260.000 millones de euros), con el objetivo de traer la fabricación a casa, y la enorme inyección de financiación ya está dando sus frutos.
A diferencia de sus homólogos en China, los fabricantes de chips estadounidenses tienen acceso a la maquinaria litográfica más moderna. Se dice que Intel, que es uno de los líderes en este campo y tiene su sede en California, tiene previsto lanzar un chip superavanzado de 1 nanómetro tan pronto como en 2027.
Sin duda, los fabricantes de chips chinos están algo atrasados. Aunque las máquinas DUV más antiguas pueden producir chips de gama alta, los costes son desorbitados y los rendimientos bajos. A menos que estas empresas puedan hacerse con las últimas máquinas EUV o con alguna alternativa aún por inventar, no podrán producir semiconductores avanzados de forma asequible y a gran escala en un futuro próximo.
Pekín inyectó recientemente 47.500 millones de dólares adicionales en la industria de chips del país (unos 44.200 millones de euros). Pero su sector de semiconductores avanzados es insostenible sin el equipo más moderno.
Algunos analistas han advertido de que las acciones del gobierno estadounidense están incentivando a China para que innove y sea autosuficiente en chips. De hecho, se dice que los científicos chinos están desarrollando una gigantesca fábrica impulsada por un acelerador de partículas para producir semiconductores avanzados. No obstante, el plan sigue firmemente en el tablero de dibujo. Puede que China domine los minerales críticos en estos momentos, pero Estados Unidos está muy por delante en el ámbito de los semiconductores.
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El año pasado, China representó alrededor del 60% de las ventas mundiales de vehículos eléctricos (VE) y BYD, líder del mercado nacional, superó a Tesla como fabricante de vehículos eléctricos más vendido del mundo.
El gobierno chino apostó fuerte por los vehículos eléctricos a principios de la década de 2000, invirtiendo enormes sumas de dinero en investigación y desarrollo. Le siguieron cuantiosas subvenciones estatales y exenciones fiscales para fabricantes y consumidores, y en 2017 China había superado a Estados Unidos en número de vehículos eléctricos en circulación.
El generoso apoyo gubernamental, la feroz competencia de otros factores (como la disponibilidad de baterías de iones de litio baratas) y el bajo coste de materias primas como el acero han hecho que los vehículos eléctricos chinos sean superasequibles. Como consecuencia, las exportaciones se han disparado, creciendo un 70% en 2023 hasta alcanzar los 34.100 millones de dólares (unos 31.700 millones de euros).
Hace una década, Estados Unidos tenía más de seis veces el número de vehículos eléctricos en circulación que China. Además, Tesla, la estrella estadounidense del sector gracias a su pionero vehículo eléctrico con capacidad para circular por carretera, eclipsaba a los fabricantes chinos en ventas.
Hoy, sin embargo, Estados Unidos está jugando a ponerse al día con China. El año pasado, EE.UU. representó solo el 10% de las ventas mundiales de vehíclos eléctricos y solo el 8% de los coches nuevos vendidos en el país eran eléctricos, frente al 24% de China.
La infraestructura de recarga estadounidense también está mucho menos desarrollada, con solo un cargador por cada 21 vehículos eléctricos. En comparación, China tiene uno por cada ocho.
El gobierno de Biden ha introducido subvenciones para impulsar las ventas de vehículos eléctricos y recientemente ha anunciado un arancel del 100% para los vehículos eléctricos chinos, en un intento de persuadir a los estadounidenses para que compren diseños nacionales.
Pero, la industria automovilística estadounidense sencillamente no puede competir con China en cuanto a costes, y la medida ha suscitado críticas por privar a los estadounidenses de vehículos eléctricos baratos y retrasar potencialmente la transición ecológica del país. Las ventas de vehículos eléctricos se están ralentizando en Estados Unidos, mientras que el ex presidente Trump ha dicho que eliminará todas las subvenciones si es reelegido en noviembre.
Por otro lado, China ha producido un exceso de vehículos eléctricos, mucho más de lo que necesita a nivel nacional. La UE, el Reino Unido y Canadá están considerando la posibilidad de seguir los pasos de EE.UU. e imponer aranceles punitivos a los VE procedentes del país, por lo que China puede tener dificultades para desplazar su abultado inventario.
Sin embargo, China está firmemente establecida como líder mundial en VE. De hecho, los fabricantes de automóviles chinos han superado por primera vez a sus rivales estadounidenses en ventas de todos los vehículos, no solo eléctricos, según un informe reciente de Jato Dynamics.
Junto con el desarrollo de la industria nacional de vehículos eléctricos, BYD fue pionera en el sector chino de las baterías de iones de litio y empezó a producir baterías recargables en 1996.
Con ayuda estatal, la empresa invirtió mucho en tecnología de iones de litio a principios del milenio, y en 2004 China producía el 38% de las baterías de iones de litio del mundo, solo superada por Japón.
En la actualidad, China posee hasta el 95% de la capacidad de producción mundial de cada uno de los principales componentes de las baterías, y tres empresas chinas controlan algo más de la mitad del mercado mundial. Además de ser líder mundial en el refinado de litio, China es el primer productor de grafito del planeta, otro mineral vital para la fabricación de baterías de iones de litio.
La industria estadounidense de baterías de iones de litio es minúscula comparada con la china.
Norteamérica tiene 11 fábricas de procesamiento de baterías de iones de litio en total, incluidas la Megafactoría de Tesla en California y la Gigafactoría en Nevada (en la foto). Sin embargo, China cuenta con 148 del total mundial de 200.
Como ya hemos mencionado, EE.UU. depende enormemente de China para el litio, así como para otros minerales críticos que intervienen en la fabricación de baterías. Además, el 85% de las baterías de ión-litio que utilizan los estadounidenses proceden de China.
El pasado noviembre, la administración Biden anunció un plan de 3.500 millones de dólares para reforzar la producción nacional de baterías de iones de litio.
Además, en mayo se aumentó el arancel sobre las importaciones chinas de baterías de iones de litio del 7,5% al 25%. Pero esto podría ser demasiado poco y demasiado tarde...
Establecer una planta de producción puede llevar varios años y, para entonces, es probable que la industria china de baterías de iones de litio haya avanzado aún más, impulsada por el apoyo gubernamental, la colosal demanda interna y la pura innovación. Por ejemplo, el Instituto Qingdao de China anunció recientemente los detalles de una célula de batería de carga más rápida y mayor duración que supera todo lo que ha producido Estados Unidos.
Parece que China dominará este campo concreto durante algún tiempo.
El año pasado, el gobierno chino invirtió 130.000 millones de dólares (unos 121.000 millones de euros) en su ya floreciente industria solar.
Según un estudio del proveedor mundial de datos Wood MacKenzie, el país posee ahora más del 80% de la capacidad de fabricación mundial. También representa el 90% de la producción mundial de células solares, según informó Bloomberg a principios de este año.
China instaló más paneles solares en 2023 que el total histórico de cualquier otro país. La capacidad solar fotovoltaica del país superó los 500 GW en 2023, lo que representa un considerable 40% del pastel mundial, y ahora se sitúa en la asombrosa cifra de 660 GW.
Estados Unidos ocupa un distante segundo lugar en cuanto a capacidad solar fotovoltaica. El año pasado, las instalaciones de energía solar de Estados Unidos crecieron hasta 145 GW, lo que representa solo el 12% del total mundial.
La producción nacional es modesta. El año pasado, EE.UU. obtuvo una cantidad ínfima de sus paneles solares directamente de China y actualmente depende de los proveedores chinos que operan en el sudeste asiático, que proporcionaron la mayor parte de los 54 GW de paneles que EE.UU. importó en 2023, una cifra récord.
El gobierno estadounidense ha aumentado el arancel sobre los paneles solares chinos del 25% al 50%. También está concediendo exenciones fiscales a las inversiones en fábricas y a la producción de paneles solares para estimular la producción nacional. Irónicamente, un análisis del periódico estadounidense Wall Street Journal ha descubierto que una cuarta parte de las empresas que se benefician de los incentivos tienen su sede en China.
Esto demuestra lo dominante que es China en la industria solar mundial. Desafiar su superioridad no es tarea fácil y Estados Unidos tendrá que emplearse a fondo para acercarse siquiera a la República Popular en este ámbito.
Sin embargo, como ocurre con los vehículos eléctricos, China puede convertirse en víctima de su propio éxito. La sobreproducción está provocando una avalancha de exportaciones de paneles solares baratos, lo que puede llevar a otros países (aparte de EE.UU.) a aumentar sus aranceles para proteger sus industrias nacionales.
China ha sido pionera en inteligencia artificial (IA) durante la última década. Pero, aunque el país ha hecho progresos asombrosos en varios campos de la IA y es líder mundial en reconocimiento facial, lleva varios años de retraso con respecto a EE.UU. en un área crucial: la IA generativa.
OpenAI, respaldada por Microsoft, fue pionera en esta tecnología y lanzó su chatbot ChatGPT en 2022. China ha respondido con varios chatbots de IA propios, como ERNIE Bot de Baidu y Minimax, respaldado por Tencent, pero siguen siendo muy inferiores a las ofertas estadounidenses de factor sorpresa.
El dominio estadounidense de la IA generativa es notable. Silicon Valley ha desarrollado los grandes modelos de lenguaje (LLM) más extensos del mundo, la tecnología que sustenta la IA generativa, y EE.UU. lidera el mundo de los chatbots de IA. Desde el lanzamiento de ChatGPT en 2022, han llegado numerosas alternativas de alta calidad, como Jasper, Gemini de Google y Claude de Anthrophic. En resumen: el sector está en auge.
El año pasado, la inversión empresarial y de capital riesgo en IA en EE.UU. alcanzó los 31.000 millones de dólares en 1.151 operaciones (unos 28.394 millones de euros), y la IA generativa representó una proporción sustancial del gran total. En comparación, la cifra equivalente en China fue de solo 2.000 millones de dólares en 68 operaciones (unos 1.900 millones de euros).
El desarrollo de la IA generativa en China ha estado plagado de dificultades, ya que Estados Unidos ha negado a las empresas chinas los chips avanzados necesarios para llevar su tecnología al siguiente nivel. Las normativas más estrictas, los elevados costes de desarrollo y la censura gubernamental de contenidos sensibles también han ahogado la innovación.
Los LLM chinos no están a la altura de los estadounidenses; las fuentes de Internet en mandarín, a las que recurren los LLM chinos, son pobres en comparación con la riqueza de contenidos en inglés en línea.
En cierto modo, China está superando a EE.UU. en cuanto a talento -el país está produciendo ingenieros de IA-, pero las posibilidades de que la República Popular supere a EE.UU. en IA generativa a corto plazo son muy escasas.
Con el mundo abrazando la automatización e innovaciones como la IA impulsando el progreso en este campo, la robótica avanzada es una de las tecnologías clave del futuro. El gobierno chino está invirtiendo mucho en este campo, ya que pretende ser autosuficiente en robótica, con el objetivo de llegar a dominar la industria mundial.
Según un informe reciente de la Fundación de Tecnología de la Información e Innovación (ITIF), las empresas chinas de robótica dependen actualmente de los principales productores de robótica -Alemania, Japón y Suiza- para obtener componentes. Las empresas chinas copian en gran medida la tecnología occidental en lugar de ser innovadoras, mientras que el mercado nacional está dominado por empresas extranjeras, de las que las chinas solo representan el 25%.
Como ha señalado la ITIF, Estados Unidos inventó la robótica. Sin embargo, aunque el país sigue siendo líder en innovación, ahora está a la cola de Alemania, Japón y Suiza en términos de producción.
EE.UU. no tiene fundiciones de robots industriales y, al igual que sus competidores chinos, los fabricantes estadounidenses de robótica dependen casi totalmente de proveedores extranjeros para los componentes. Por ello, no es de extrañar que las exportaciones de robótica estadounidense representen solo el 5,4% del total mundial, a pesar de que el ingenio estadounidense en este campo sigue asombrando.
Es probable que los esfuerzos de Estados Unidos por privar a las empresas chinas de robótica de semiconductores avanzados y otras tecnologías ralenticen su progreso. Sin embargo, con un apoyo estatal tan fuerte, es solo cuestión de tiempo que China iguale a EE.UU. en innovación robótica, según la ITIF.
Resulta revelador que el gobierno chino planee producir en masa robots humanoides tan pronto como el año que viene. El gobierno estadounidense no tiene tales planes y no está haciendo mucho por promover la industria nacional. Se necesita un gran impulso para apoyar al sector, incluidas inversiones en educación y exenciones fiscales para las nuevas empresas, para garantizar que Estados Unidos se mantiene en la cima de la innovación robótica, aunque el apoyo político es tibio.
Es probable que la antipatía pública sea un factor. Las grandes inversiones en robots que podrían robar puestos de trabajo estadounidenses sencillamente no ganan votos, algo de lo que China no tiene que preocuparse.
Hace dos décadas, China se convirtió en el tercer país en enviar un ser humano al espacio.
Desde entonces, el programa espacial de la nación ha ido viento en popa. Entre sus logros se incluyen la construcción de una estación espacial y el éxito de una misión a Marte sin tripulación, así como el primer aterrizaje en la cara oculta de la Luna en junio de 2024.
Sin embargo, el director de la NASA, Bill Nelson, ha advertido de que gran parte del programa espacial civil chino es una tapadera de un programa militar, ya que el país ha desarrollado un aterrador arsenal de armas contraespaciales capaces de derribar satélites y objetivos en tierra.
Oficialmente, EE.UU. gasta bastante más en su programa espacial, desembolsando 73.000 millones de dólares el año pasado, frente a los 14.000 millones de China (unos 13.000 millones de euros).
El país que hizo aterrizar al primer ser humano en la Luna tiene siete veces más satélites activos en órbita que China, lo que da fe de su larga posición como líder espacial.
Además de tener mucho más dinero con el que jugar que la Administración Espacial Nacional china, la NASA y la Fuerza Espacial estadounidense pueden aprovechar el ingenio de SpaceX, Blue Origin y otras empresas del próspero sector privado, que apenas existe en la República Popular.
Washington está gastando miles de millones de dólares para hacer frente a la amenaza que suponen las armas espaciales chinas, además de hacer todo lo posible para impedir que Pekín acceda al sector espacial comercial estadounidense y obtenga propiedad intelectual.
Un punto clave de la carrera espacial es la competición por controlar los recursos del Polo Sur de la Luna. La NASA se ha asociado con agencias espaciales extranjeras amigas y con empresas de la talla de SpaceX y Blue Origin en su programa Artemis, cuyo objetivo es establecer una base lunar en el Polo Sur.
China y Rusia están planeando una base rival. Según la revistaThe National Interest, los dos países están "a años luz" de lograr la hazaña, por lo que parece que Estados Unidos está casi seguro de ganar esta vez.
Según la empresa de análisis GlobalData, en 2022 China iba cinco años por detrás de Estados Unidos en la carrera de la computación cuántica. Avancemos hasta 2024 y la empresa de análisis ha revelado que ambos países están ahora "casi igualados".
Según Isabel Al-Dhahir, de GlobalData, la República Popular "ha dado pasos de gigante para ponerse a la altura de EE.UU.", y el gobierno se ha comprometido a gastar 15.000 millones de dólares en informática cuántica en los próximos cinco años (unos 14.000 millones de euros).
El desarrollo de esta tecnología es crucial, ya que tiene el potencial de resolver problemas matemáticos aparentemente imposibles, acelerar la I+D, reforzar la ciberseguridad, llevar la IA al siguiente nivel y predecir con mayor precisión los efectos del cambio climático y meteorológico. Y lo que es más importante, la computación cuántica podría acabar destruyendo la encriptación, lo que pondría patas arriba los sistemas militares y económicos de todo el mundo.
El gobierno estadounidense también está invirtiendo miles de millones de dólares en la computación cuántica. Como en el caso de la carrera espacial, Estados Unidos alberga las principales empresas privadas en este campo, como Microsoft, Intel e IBM. Esto le da una pronunciada ventaja sobre China, que ha concentrado sus esfuerzos en el sector público.
En consecuencia, EE.UU. ha podido mantener su posición de líder mundial en innovación en computación cuántica, a pesar del rápido desarrollo de la tecnología en China.
"Día Q" es el término utilizado para describir el momento en que los ordenadores cuánticos sean capaces por fin de descifrar los sistemas públicos de encriptación. Dadas las implicaciones potenciales de este trascendental acontecimiento, ambas superpotencias están luchando por ser las primeras en realizar la hazaña.
Un artículo publicado el año pasado por un grupo de científicos chinos expone lo que parece ser un método para descifrar el sistema de cifrado RSA utilizado en todo el mundo. Los críticos han despreciado la investigación, y el profesor de informática de la Universidad de Texas en Austin, Scott Aaronson, ha afirmado que se necesitaría un "milagro" para que funcionara.
Tal como están las cosas, es más probable que el desarrollo provenga de Estados Unidos y de una de sus empresas nacionales del sector privado.
En términos de innovación médica, China ocupa ahora el segundo lugar del mundo en investigación clínica, según el Índice Nature, que hace un seguimiento de la producción investigadora de las instituciones y países del planeta.
La República Popular alberga la principal institución gubernamental de investigación médica del mundo, la Academia China de Ciencias. Sin embargo, su verdadera fuerza reside en la fabricación de medicamentos; China es el mayor fabricante de medicamentos del mundo por volumen y el principal productor de ingredientes farmacéuticos.
Líder mundial en innovación médica, nueve de las 10 principales instituciones de investigación sanitaria del planeta se encuentran en Estados Unidos. La nación tiene el mayor número de premios Nobel de química y medicina, por no mencionar las mejores facultades de medicina, y lidera el mundo en la aprobación de nuevos fármacos y dispositivos médicos.
La superioridad de Estados Unidos en el campo de la medicina se puso de manifiesto durante la pandemia de COVID-19, cuando sus principales empresas farmacéuticas desarrollaron vacunas y tratamientos mucho más eficaces que los fabricantes de medicamentos chinos.
Como ya se ha dicho, la fuerza de China reside en la fabricación de medicamentos. La República Popular es el cuarto mayor proveedor de medicamentos de Estados Unidos, lo que le confiere un mínimo de poder, aunque el gobierno estadounidense está tomando medidas para deshabituar al país de los fármacos fabricados en China.
Pero por mucho que lo intente, China no puede competir con el ingenio médico estadounidense. La ventaja de Estados Unidos en este campo es superaguda y China sigue quedándose corta.
El llamado "Gran Cortafuegos" de China impide a las empresas extranjeras de medios sociales operar en el país, por lo que los principales actores en este campo son todos nacionales. Entre ellas están WeChat, Sina Weibo y Douyin.
Douyin, de ByteDance, es la versión china de la aplicación de vídeo corto TikTok. Mientras que las aplicaciones de redes sociales como WeChat y Weibo son populares principalmente en China, TikTok ha conquistado el mundo, con algo menos de 1.600 millones de usuarios activos mensuales. Es la plataforma social preferida de la Generación Z y de los millennials más jóvenes de todo el mundo.
Sin embargo, las plataformas de medios sociales más populares del planeta proceden todas de EE.UU. Facebook, de Meta, es el líder mundial, con unos increíbles 3.100 millones de usuarios activos mensuales, lo que supone más de un tercio de la población mundial.
YouTube, propiedad de Google, le sigue con 2.500 millones, seguida de Instagram y WhatsApp, de Meta, con 2.000 millones cada una.
TikTok es la siguiente, lo que la convierte en la quinta plataforma de medios sociales más popular del mundo. Otras plataformas chinas solo tienen una modesta penetración global.
Alegando motivos de seguridad nacional, el entonces presidente Biden firmó en abril una orden ejecutiva que prohibirá TikTok a menos que ByteDance venda la plataforma en el plazo de un año. Esto significa que el futuro de la aplicación en Estados Unidos bajo propiedad china está en grave peligro, y es posible que los aliados de Estados Unidos sigan su ejemplo.
Es probable que el alcance mundial de TikTok se reduzca significativamente, con lo que Estados Unidos habrá cimentado su dominio de las redes sociales en todo el mundo y los beneficios de poder blando que ello le proporciona.
Con muchos países occidentales y otras naciones del mundo (como India) cada vez más reacios a las aplicaciones chinas, la República Popular probablemente pueda despedirse de desafiar la supremacía estadounidense en las redes sociales de forma significativa en un futuro próximo.
Algunos minerales críticos como el litio y el cobalto sustentan casi todas las formas de tecnología del siglo XXI, incluidos los teléfonos inteligentes, los vehículos eléctricos y los paneles solares. China es actualmente el líder mundial en minerales críticos, lo que le da una clara ventaja competitiva en la guerra tecnológica. Es el primer productor de numerosos elementos esenciales y el número uno del mundo en procesamiento de minerales críticos.
China refina el 59% del litio del planeta, el 73% del cobalto, el 42% de todo el cobre y el 68% del níquel mundial. El país también se encarga del 85% del procesamiento de tierras raras y controla el 100% del suministro refinado mundial de grafito y más del 90% del manganeso.
La preocupación por el dominio de Pekín alcanzó un punto álgido el año pasado, cuando restringió las exportaciones de galio y germanio, minerales clave para la fabricación de chips y las aplicaciones de defensa.
La medida de Pekín parecía ser una venganza por el endurecimiento de la prohibición de exportar chips impuesta por Washington. EE.UU. depende en un 100% de China para el galio y en un 50% para el suministro de germanio. De hecho, más del 80% del suministro de minerales críticos de EE.UU. procede del extranjero, siendo China la principal fuente de importación.
El gobierno de Biden hizo todo lo posible para aumentar la producción nacional y diversificar las fuentes extranjeras, centrándose en las naciones amigas. Sin embargo, EE.UU. se encuentra en una posición muy vulnerable.
Los esfuerzos anteriores para reducir la dependencia del país de China en minerales críticos comenzaron en 2012 bajo la administración Obama, pero han dado pocos frutos. Aquí se muestra el proyecto de salmuera de litio del Lago Seco Bristol y Cádiz, de más de 180.000 hectáreas situado en el desierto de Mojave, California.
China está haciendo progresos impresionantes en toda una serie de tecnologías del siglo XXI y ahora domina campos como los vehículos eléctricos y los paneles solares. Su dominio en el campo de los minerales críticos también es envidiable. Sin embargo, Estados Unidos reina por encima de todo.
EE.UU. ocupa el tercer puesto en el Índice Mundial de Innovación 2023 de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, mientras que China ni siquiera figura entre los 10 primeros, languideciendo en el puesto 12. Aunque algunos analistas creen que la República Popular acabará eclipsando a Estados Unidos, la nación asiática tiene mucho trabajo por delante si quiere desafiar de verdad la supremacía tecnológica estadounidense.
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